Cómo tener prendas para niños con un sencillo paso

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Capítulo 2
Cómo tener prendas para niños con un sencillo paso.

Draco ya había aprendido la lección. Luego de una larga charla con Blaise —donde este había pasado la mitad del tiempo riéndose y la otra mitad burlándose de él—, entendió que la ropa de color y la blanca simplemente y bajo ningún concepto debían mezclarse, y agradeció que también le haya dicho que muchas prendas de colores fuertes destiñen, así que era mejor mantenerlas alejadas de prendas de colores claros.

Era un alivio tener amigos que no hayan pasado toda su estancia en el mundo muggle coqueteando para que les lavaran la ropa y que hayan cometido las mismas bestialidades que él en ése campo del quehacer doméstico. Aunque por supuesto, preferiría que se lo aconsejaran sin reírse tanto de él.

Así que ese era otro día. Había pasado ya una semana desde que había lavado la ropa, y debía aprovechar su día libre del trabajo para hacer ese y otros arreglos en su apartamento, así que se puso manos a la obra. Se levantó a las siete treinta de la mañana, se dió una rápida ducha para desperezarse, se puso ropa cómoda —un pantalón de pijama blanco y una camisa color negro que era al menos dos tallas más grandes—, metió la ropa en la cesta, tomó una manzana de desayuno, su libreta de dibujo y salió por la puerta con los ánimos renovados para luchar contra la estúpida lavadora nuevamente.

Ese día le tocaba lavar más ropa ligera que otra cosa, pues debido al calor extenuante que había esos días en Inglaterra no se atrevía a usar la túnica más que para cubrirse un poco del sol mientras salía o entraba del trabajo, si es que la usaba.

Así que bajó por las escaleras hacia el sótano y dejó la cesta en la mesa de aluminio, hizo todo lo que ya sabía. Cerrar el desagüe, abrir el agua, llenar los compartimientos con suavizante y jabón y separar concienzudamente la ropa en colores oscuros y claros.

Blaise también le dijo que primero lavara la ropa blanca, así que empezó a ponerla toda dentro con tranquilidad. Había puesto la lavadora a andar cuando escuchó pasos en las escaleras, y sintió sus mejillas enrocejer cuando Potter entró en su campo de visión.

Se dijo que era solo por la vergüenza que había pasado la vez anterior, pero una partecita muy dentro de él sabía que también se debía a que Potter —el muy exhibicionista y descarado Potter— había entrado a la lavandería portando únicamente un par de pantalones de pijama, dejando perfectamente a la vista sus abdominales marcados, sus pectorales bien formados y un finísimo camino de vello que se perdía en el elástico de sus pantalones y que casi hacía babear a Draco.

Casi.

Draco apartó la vista de él y decidió que el interruptor en la pared era mucho mejor paisaje, mientras Potter, igual de somnoliento que la última vez, pasaba por su lado con su cesta llena de ropa.

—Malfoy—saludó arrastrando las palabras ligeramente.

—Potter—devolvió, y agradeció que ese día había llevado su preciada manzana, porque se le estaba haciendo difícil no salivar por la imagen de los músculos en la espalda de Potter flexionandose con la tarea simple de seleccionar la ropa por color.

Todo lo que se comía la comadrejilla, maldita suertuda.

Tras ese pensamiento, y después de haberle dado una gran mordida a la manzana, Draco reflexionó. Potter llevaba yendo a esa lavandería al rededor de dos semanas y media, quizá. No lo había visto por el resto del edificio, y aún así se las arreglaba para aparecerse justo cuando a él le tocaba lavar la ropa. Y sabía por la lengua que no paraba de Emma que la comadrejilla seguía ingresada en el hospital, no porque tuviese algún problema con el parto o cosas por el estilo, era llanamente por ser la esposa del salvador San Potter.

Problemas de lavandería (Harco/Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora