CAPÍTULO 6

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Luka

Sábado. 04:15 PM.

Estoy en un partido de exhibición de béisbol. Y el bateador ha hecho que mis dos últimos lanzamientos sean nulos. Me lo está poniendo difícil y eso es malo. Con lo tonto que se ve, ya debería haber arrasado.

El maldito problema es que estoy distraído. La semana ha sido un verdadero infierno. No necesito mirar a mi padre en las gradas para adivinar que a estas alturas se ha quitado ya la gorra de la cabeza y la aprieta con fuerza entre sus manos.

Cree que matándome con la mirada, me ayudará en algo. Pongo la bola en el guante y miro a Marc, mi catcher durante la temporada oficial. Y un buen amigo. Rápidamente me hace seña para indicarme que lance una bola rápida, pero yo niego con la cabeza.

Ya las he lanzado así más de una vez y el bateador se las ha visto venir. Rechazo sus propuestas, hasta que hace la señal adecuada. Aquella que busco. Es como si luego de tanto jugando juntos, pueda leer sus pensamientos. En cuclillas, recoloca su posición. Ambos asentimos ligeramente.

Coloco los dedos en la bola para y suspiro para prepararme para lanzar. Y aun dudando, lo hago.

Y lanzo lo más fuerte que puedo.

Y un par de segundos después, la bola aterriza en el guante de Marc. La gente estalla en aplausos y gritos y el bateador vencido mira a todos lados, preguntándose qué acaba de pasar. Luego de más bolas rápidas, todo salió a mi favor y me siento satisfecho por mi desempeño, fue muy bueno. Quizás demasiado.

Este es un partido de exhibición al que mi padre me insistió mucho venir, a pesar de que el homenaje a Max, es dentro de una hora. Los organizadores del evento me dejaron lanzar primero para poderme ir rápido. Luego de una ducha rápida, salgo de los vestidores con Marc a mi lado, para buscar a mi padre.

Y en cuanto lo veo, detrás de mí gritan mi nombre.

-¿Luka Couffaine?-

El hombre dueño de esa voz, parece un triunfador. Es la única manera que tengo de describirlo. Tiene ropa elegante, cabello elegante, piel bronceada y sonrisa confiada, la cual ensancha al tenderme la mano.

-Rob Trem, de los Astros de París. He hablado con tu entrenador un par de veces-

-Un gusto conocerle- digo con amabilidad.

La sonrisa de mi padre es como si acabaran de regalarle un auto último modelo y consigue presentarse ante Rob sin babear, aunque parece que en cualquier momento lo hará.

-Esa última bola fue estupenda, la sacaste del campo, muchacho-

-Gracias, señor-

-Haz mejorado la velocidad en los últimos meses, ¿Cierto? -

Asiento torpemente. La verdad... es que pasar de 145 a 150 kilómetros en cuestión de meses, no es muy común que digamos.

-Si, he entrenado mucho. He intentado aumentar la fuerza de mi brazo lanzador -

-Bueno, sigue así. Me alegra tener a alguien vigilado en la ciudad, me ahorras muchos viajes y me facilitas el trabajo- palmeó mi hombro y me sonrió ampliamente. A mi padre y a Marc, les brinda una amable sonrisa. De camino a casa, mi padre no sabe si reprocharme el mal partido que tuve al inicio o seguir alardeando sobre el promotor de la universidad.

-¿La familia de Max estará presente en el homenaje?- me pregunta cuando entra al estacionamiento de la escuela. -Si es así, dales el pésame de nuestra parte-

-No lo sé- respondo. - Probablemente y sólo sea algo organizado por la escuela-

Luego de despedirnos de mi padre y quitarnos por orden suya la gorra de beisbol, Marc y yo caminamos hacia el campo de fútbol americano de la preparatoria. Claro que hubiera preferido quedarme en casa a ver películas con mi hermana y mi abuela, pero...

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