CAPÍTULO 8

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Marinette

Domingo. 03:07 PM.

Estoy enormemente agradecida de que mis padres estuvieran conmigo en la iglesia cuando la detective García apareció de la nada y me pidió que la acompañara a la comisaría. Y tontamente pensé que sería para hacerme un par de preguntas  y completar el interrogatorio del agente Rosk. 

No estaba preparada para lo que ocurrió después. 

No habría sabido qué hacer. 

Mis padres reaccionaron de inmediato y se negaron a que yo contestara sus preguntas. Consiguieron sacarle un montón de información a la detective sin darle nada a cambio. Eran unos expertos totales sin serlo en realidad. 

Sin embargo... Ahora saben lo que he hecho. 

Bueno. No del todo. Saben de los rumores.

Ahora vamos en el coche, de regreso a casa. 

—A ver— comienza a decir mi madre con notoria impaciencia. A diferencia de mi padre que sólo viene concentrado en el volante. —Lo que le pasó a Max, fue horrible. Eso no se niega. Y entiendo perfectamente que sus padres quieran respuestas, pero tomar una aplicación de publicaciones llenas de rumores y convertirlo en fundamentos o bases para realizar una acusación como esa, es totalmente absurdo. Por no decir estúpido— 

Mi madre niega, aun más impaciente, ganándose que mi padre le coloque una mano en el hombro para calmarla. 

—¡Por Dios! No sé cómo a alguien se le puede pasar por la cabeza que Marinette mataría a un chico porque estaba a punto de publicar una mentira sobre ella—

—No es mentira— susurro en voz demasiado baja como para que me escuche. 

—La policía en realidad no tiene nada. Sólo pruebas dadas las circunstancias. Nada sólido con qué trabajar en realidad. Tampoco evidencias forenses decisivas, por eso reaccionaron de un modo tan impulsivo contra ti y los demás —dice mi padre.

El coche delante de nosotros se detiene bruscamente en el semáforo, a lo que mi padre maldice en voz baja. Sus verdes ojos me ven por el retrovisor. 

—Marinette, no quiero que te preocupes por esto. Contrataremos al mejor abogado, ya sabes, por formalidad. Quizás después de todo esto, demande al departamento de policía de París. Especialmente si algo se hace público y afecta tu reputación y tu futuro—

Mi estómago está revuelto. Mucho. 

— Lo hice— apenas articulo. Me pellizco el rostro para infundirme valor. Una manera poco convencional de conseguirlo. Me obligo a que mi voz suene con más fuerza dentro del coche. 

—Copié. Lo siento—

Mi madre se inclina en el asiento.

—Lo siento, cariño. No te escuché, ¿Qué dijiste?— 

—El rumor es verdad. Copié en el examen— 

Mis explicaciones caen en torrente, tropezadamente. Les cuento que usé una computadora del laboratorio, justo después de que lo hiciera mi profesor de química del año anterior. Y me di cuenta de que no había cerrado la sesión de su correo electrónico. El archivo más reciente, era un documento con las preguntas de los exámenes de química de todo el curso. Sin pensarlo, lo descargué en un USB. 

Y lo usé para sacar notas perfectas el resto del año. 

No tengo la más mínima idea de cómo Max se enteró. Y como de costumbre, él estaba en lo cierto. 

Los siguientes segundos pasaron de un modo sumamente lento para mí. Mi madre me fulmina con una mirada que denota furia y decepción. Y ya dejó de verme. Mi padre me ve sólo por el retrovisor, como queriendo escudriñar en mí un ápice de mentira, deseando que sólo sea eso. Una mentira.

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