Marinette
Lunes. 2:55 PM.
Es el primer día de clases y mi último año aquí. A un paso de entrar a la universidad. Camino por uno de los pasillos principales de la preparatoria Françoise Dupont con el celular en mano. Y como solía decir una vieja cocinera en Shanghái, un ojo al horno y otro al entorno.
Un embarazo de una chica de segundo año. Un video porno. Dos mejores amigos engañaron a sus novias con las primas de éstas... Santo Dios, y apenas es el primer día.
Esas son las novedades de la escuela, llegando y arrasando.
¿Cómo te enteras de esas novedades? Dos palabras: Miraculous App.
La aplicación de chismes del ser más repugnante de la escuela: Max Kanté. Es como si además de las clases, llevar "Chismorreo I y II", fuera parte del historial académico de los estudiantes. Entre las materias y la Miraculous App, me pregunto cómo hacen muchos para ir a clases.
—Marinette, siempre empecinada en lo pasado de moda— la voz de Max por encima de mi hombro, me sobresalta. Rápidamente se coloca a mi lado, caminando a mi ritmo. Sonríe con descaro y acomoda sus gafas.
—Esto no es nada. Espera a ver la actualización que haré mañana. Todo el Françoise Dupont temblará. ¡Y sólo será el segundo día! ¿No es increíble? —
Odio que me sorprendan leyendo esa basura, sobre todo si quien lo hace, es su creador. Bloqueo el celular y lo guardo en mi chaqueta, pretendiendo ignorar al idiota a mi lado. Max sigue caminando junto a mí, es como esa cucaracha que por más que la pises, no muere.
—¿No tienes a quién más irle a joder la vida, Max? — ante mi pregunta, él aprieta el paso al darse cuenta de que lo aceleré.
—Es un servicio público, Marinette. Ellos mismos se lo buscan. Es simple. Si la gente no fuera por ahí mintiendo, poniendo los cuernos o alguna otra cosa, yo no tendría nada que hacer — dice restándole importancia al asunto. Como si publicar los secretos o las intimidades de los demás, fuera un gran logro.
—¿A dónde vas con tanta prisa? ¿A seguir obteniendo puntos extra, aún teniendo ya un diez?— me pregunta burlesco. Ojalá. Y como si mi suerte pudiera empeorar, la pantalla de mi teléfono se ilumina con un mensaje:
"Entrenamiento para las Olimpiadas de Matemáticas. 3:00 pm. Café de Flore. ¡Ha venido Carlos!".
Oh sí, el guapísimo atleta que no sólo entrena el cuerpo, también la mente pues es un genio en las matemáticas. Sin embargo, la tendencia inconsciente de ese apuesto pelinegro, es ir a esos entrenamientos intelectuales cuando yo no puedo ir. Ocasión como esta, claro está.
—La verdad es que no— respondo sin más. Pocas veces he charlado con Max, pero conociendo lo informativo que es, es mejor compartir nula información con él. Atravieso el ala de tercer año hacia el edificio de los laboratorios. Subo las escaleras hasta el tercer piso, directo al laboratorio de la profesora Mendeléyev.
Y a esas alturas, Max todavía sigue pisándome los talones.
—¿No tendrías que estar en otro sitio? — le pregunto. Sólo quiero que se largue ya.
—Pues... Sí. En la sala de castigo. Hacia allá me dirijo — dice encogiéndose de hombros. No puede ser. Camino en silencio y llegamos a la única puerta del tercer piso, la cual dice en letras mayúsculas "LABORATORIO 3". Max se da cuenta de que estamos parados donde mismo y de que tengo intención de girar el pomo para abrir.
—Es una broma, ¿Cierto? ¿Tú también? ¿Qué hiciste? — me pregunta incrédulo y riendo. Genial, en castigo con Max.
—Me acusaron injustamente — murmuré y pasé al interior del lugar. Parece que el tétrico y demente creador de la Miraculous App y yo, no somos los únicos castigados del primer día, pues hay tres personas más. Me tomo un segundo para reconocerlos y no son los que esperaba encontrar. Bueno, con una excepción.
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Miraculous App
Hayran KurguDicen que todo el mundo tiene secretos, pero... ¿De que serías capaz con tal de ocultarlo? El primer día de clases, un grupo de estudiantes fueron llevados a detención. Un par de horas más tarde, sólo cuatro salieron vivos. Max Kanté, el creador d...