El agua chocaba con mi cara, mis manos llenas de jabón rascaban con fuerza mi nariz y mentón. Una vez que se fue toda la suciedad de mi rostro, me vi al espejo y largué un suspiro. Mi buzo fue tirado al piso de mi habitación y cambiado por uno color ocre. Casper no dijo nada al respecto, solo siguió sonriendo como el Gato de Cheshire. Le pedí que me mostrara el baño y me acompaño al final del pasillo en el piso de abajo. Aquí si había espejos, pero solo porque había un hombre afuera en la puerta para seguridad. Al parecer los baños eran compartidos con todos los chicos que se hospedaban, por suerte no había nadie en ese momento. El rubio había dicho que todos debían estar en la cafetería o haciendo actividades. Mientras estábamos caminando por el pasillo de mi habitación y bajando las escaleras pude notar varias personas de seguridad. Suena irónico, te dicen que te dan toda esta libertad, pero estás siendo observado constantemente. Casper me contó que había una librería en el piso de arriba de nuestra habitación en la que siempre lo podía encontrar ahí y había una pileta climatizada para hacer natación en el subsuelo. Afuera había canchas para tenis y básquet. Creo haber escuchado a Deborah hablar sobre como el deporte ayuda a mejorar la salud mental. Me contó que, en el piso de abajo, junto a la cafetería, había varios salones para hacer arte, como pintura, cerámica, dibujo, etc.; un taller de escritura, otro de fotografía, otro de música, etc. “Nos ayuda a expresar nuestros sentimientos y formar hábitos de descargo saludables” dijo Casper, imitando a la directora. Supongo que esas son las actividades en las que me tengo que anotar. Las clases escolares se daban en el edificio del fondo, pasando la cancha de tenis. Y dijo que las terapias psicológicas se realizaban en el último piso. Así que mi vida se resume a esto. Actividades que no me interesa hacer y sentarme en frente de un completo extraño a quien le importo una mierda; pero espera que le cuente mi vida para justificar su sueldo de alguna manera. La estructura del edificio era interesante. Exceptuando la planta baja y el último piso, estaban divididos a la mitad por una pared. Al entrar tenías dos escaleras hacia los lados, una que llevaba al lado A, en la izquierda, para las mujeres, y en la derecha, el lado B, para los hombres. Según Casper, teníamos prohibido ir ahí.
—¿Blue? ¿Ya acabaste? —Casper había dicho que no iba a entrar si no quería, pero solo le duro unos quince minutos. Entro e hizo una mueca al ver mi cara limpia. Como si extrañara mi cara con pintura.
—¡Ese no es mi maldito nombre! —dije con un suspiro de frustración. Al menos no me dice Tomás como la babosa de la directora.
—Lo sé, pero Blue es más lindo. —dijo apoyándose en el lavamanos de al lado mío, ladeo su cabeza y me dio una pequeña sonrisa. —Lindo apodo para un lindo chico. —dijo haciéndome sonrojar y me guiño el ojo. Al parecer encontraba felicidad en tomarme el pelo. Se rio cuando lo fulmine con la mirada.
—¿Acaso me estás echando los perros? —dije frunciendo el ceño.
—¿Y qué si lo estoy haciendo? —dijo acercándose hacia mí, nuestras narices estaban a centímetros de distancia, y sus ojos se posicionaron en mis labios antes de volver a mis ojos con una sonrisa coqueta. Abrí los ojos en sorpresa ante el acercamiento tan repentino y me tiré un centímetro para atrás. Sé que soy moreno, pero ni mi color de piel ayudaba a disimular lo sonrojado que estaba. Estaba muy cerca. Tan cerca que pude notar las pecas que tenía en la punta de su nariz y sus pómulos. Tan cerca que note que también tenía pecas en sus hombros. Me percaté de sus orejas que estaban llenas de piercings. Alrededor de su cuello tenía un collar con una cruz de plata. De pronto sentí su nariz tocar la mía, enviando una corriente eléctrica por todo mi cuerpo. El calor subió a mis mejillas y, en especial, a mi nariz en un segundo y mi corazón empezó a latir rapidísimo, ¿iba a besarme? ¿En serio? Solo estaba bromeando cuando pregunte si estaba coqueteando conmigo. Me percaté de sus orejas que estaban llenas de piercings. Alrededor de su cuello tenía un collar con una cruz de plata. De pronto sentí su nariz tocar la mía, enviando una corriente eléctrica por todo mi cuerpo. El calor subió a mis mejillas y, en especial, a mi nariz en un toque y mi corazón empezó a latir rapidísimo, ¿iba a besarme? ¿En serio? Solo estaba bromeando cuando pregunte si estaba coqueteando conmigo. Quería darle una probada de su propia medicina. No creí que terminaría así. A este le falta un tornillo. Es imposible que me vaya a besar. Los ojos de Casper volvieron a mis labios y, trague nerviosamente. Sentí que mi estómago se cerró y el aire no entraba a mis pulmones. Lo que menos necesito es que un loquito ponga sus ojos en mí. Mucho menos mi compañero de cuarto. Serán los dos años más incómodos de mi vida. Tengo que rechazarlo rápido. Una carcajada me saco de mis pensamientos. Casper se encontraba con una mano en su estómago y la cabeza yendo de atrás para adelante sin poder parar de reír. De vez en cuando su risa se veía interrumpida con el sonido de un guarrido de cerdo. Si no estuviera tan enojado, me hubiera burlado de eso, pero ahora mismo solo veo rojo.
—¡Vete a la mierda, imbécil!
Salí de ahí sin mirar atrás, aunque pude ver que mi insulto no le afecto en nada. Pues, seguía sonriendo entretenido cuando me marche. El guardia me echo una mirada curiosa y no despego su vista hasta que desaparecí en dirección hacia la oficina de Deborah. Mis puños estaban cerrados y podía sentir las miradas curiosas y expectantes en mí. Algunos se murmuraban entre ellos. “Ahí va otro loquito,” dice uno, “hay que tener cuidado y vigilarlo”, le dice el otro. Okay, siendo honestos, no sé qué dicen porque estoy demasiado lejos y caminando muy rápido como para detenerme a cotorrear con los enfermeros. Por el chico de seguridad que estaba siguiéndome cautelosamente no era muy difícil entender lo que estaba pasando. Al llegar, me pare en frente y largue un gran suspiro. Entré y me encontré con una sala de espera y un escritorio con una chica bastante joven. Había un guardia al lado de su escritorio leyendo revistas. Levantó la vista y me miró con una ceja alzada. La chica estaba concentrada haciendo lo que sea por lo que le pagan. Su cabello negro como la turmalina que siempre tenía María en su cuello se le metía en la cara. Era lacio y largo y lo ponía detrás de su oreja cada vez que le molestaba. Me acerqué y note que llevaba una remera de color terracota tan ajustada que me pregunte si podía respirar con eso. Al levantar la vista, note sus ojos pintados de un celeste metalizado y las pecas en su nariz y mejillas. Tenía un piercing en la nariz. Sus ojos eran iguales a los míos, pero los de ellas tenían algo más. Vacíos. Parecían vacíos, lo cual me causaba tristeza por alguna razón.
—¿Vas a hablar o te quedarás parado ahí todo el día? —dijo mirándome sin expresión alguna. Su tono rudo me sorprendió, pero traté de disimularlo como pude.
—Vengo a ver a la directora.
—¿Qué no te dijo que tenías que venir a las 18? —asentí. —Aún faltan cuatro horas. —hizo un gesto con su mano para que me vaya y volvió a hurgar entre los papeles que tenía en los cajones.
—Pero estoy aquí ahora.
—Si, y ojalá no lo estuvieras. —dijo sin mirarme, si no fuera por el de seguridad ahí, ya le habría tirado algo.
—Esperaré. —dije dándome vuelta para ir a los sillones.
—No me interesa, niño. —dijo haciendo que me detenga y me dé vuelta. Aún seguía sin mirarme. ¿Cuál era su maldito problema? ¿Acaso todos aquí son unos imbéciles? Realmente no estaba para aguantar esta mierda. Menos después de lo de Casper. Realmente creí que podríamos tolerarnos, y quien sabe, ser amigos. Una lástima que me termino cayendo gordo. Aunque esta chica lo está superando enormemente. Mi mano se cerraba y abría, intentando calmarme. Antes de que pudiera pensar, mi boca se abrió y tiro lo que pasaba por mi mente.
—Sabes, no creo que te paguen para que te comportes como una maldita perra.
—¿Perdón? —dijo levantando la mirada. Su tono era desafiante. En serio, ¿qué demonios le pasa? Ahora haciéndose la ofendida cuando ella empezó. El oficial ya había cerrado la revista poniendo total atención en los dos. —Repítelo.
—Me escuchaste, zunga.
—Re-pi-te-lo
—¿Quién demonios te piensas que eres para decirme qué hacer? —dije, mi seño dolía por el fruncir de mis cejas y mis palmas ardían de lo apretada que tenía mi mano.
—¡Vamos, repítelo, idiota!
—¡Púdrete, perr...!
—¿Se puede saber qué haces en mi escritorio, Maeve? —dijo una voz atrás mío, me giré y vi a una señora algo regordeta usando un traje color borgoña y una camisa negra con los tres primeros botones desabotonados. Su cabello era como el cacao y su piel era de dos tonos distintos. Creo que lo que tiene se denomina vitíligo. Sus lentes hacían sus ojos verdes más grandes. Tenía ambas manos apoyadas en su cadera.
—Sra. Fletcher, qué rápido comió su almuerzo hoy, ¿no hubo postre este día? —dijo soltando una risa nerviosa.
—Sal de mi escritorio, Maeve o haré que Luke lo haga. Decide. —dijo y la chica, Maeve, se movió rápidamente y agarró su suéter color crema que estaba en el piso. Casi con miedo a que Luke hiciera algo. Con cuidado paso al lado mío, poniendo la mayor distancia posible, pero lanzándome una mirada de odio antes de salir. Llevaba puesta una mini falda y al salir pude ver otros dos piercings en su espalda baja. Llevaba unas botas negras largas hasta sus rodillas y unas medias negras que le llegaban a la mitad del muslo. Antes de salir, la Sra. Fletcher le susurro algo al oído y así desapareció. —Buenas tardes...
—Valen. —dije, pero me corregí, seguro quería mi nombre completo. —Valentín Gutiérrez Echeverría.
—Ah, eres uno de los chicos que entro hoy. —dijo tomando asiento en su escritorio y Luke volviendo a leer su revista. —Lamento lo de Maeve, pero espero sepas que es inaceptable pelear en esta institución. Siendo que estás en la oficina de la directora, eso lo hace aún peor. —intente decir algo, pero me silencio mostrándome su dedo índice. —Lo dejaré pasar porque es tu primer día. La directora está dándole tour a otros jóvenes, a menos que uno cancele, estará aquí a las 18, puedes sentarte y esperar o volver más tarde. Hay libros en esa repisa si quieres entretenerte con algo. —señaló el estante que estaba entre dos grandes sillones color negro.
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Boulevard of Broken Dreams [ESP]
Fiksi RemajaValentín conoce a Casper un día lluvioso en otoño a finales de septiembre. Usando su buzo negro, que le llegaba a las rodillas y que tenía manchas de helado de pistacho justo en el centro. Con sus botas negras, la cual una le faltaba la suela, y su...