03 | Creo que te extrañaré por siempre...

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- Muña... - la voz pequeña de su bebé es lo único que escucha en la oscuridad. - Haz magia para mi.

Los ojos violáceos se suavizan mientras observa a su pequeña peliblanca de ojos rojizos mirarla con admiración y exigencia. Hay otras dos cabecitas blancas con rizos que la observan expectantes mientras Iolanthe les da lo que quieren y agita su varita pronunciando el patronus.

Pudo ver los ojos abiertos con asombro mientras el dragón salía de su varita y volaba sobre sus cabezas, danzando en el aire de la habitación, rodeándolos con la felicidad, el amor, y toda la protección feroz que Iolanthe invoca para ellos, sus hijos, sus bebés, su mundo entero.

Su Señor esposo esta parado en la puerta viéndolos de cerca, con una pequeña sonrisa en su rostro de piel pálida y sin imperfecciones. Ella solo le da un vistazo con su mirada llena de cariño, antes de seguir mirando a sus bebés, bebiendo la vista de las creaciones maravillosas que habían hecho juntos.

Obelia, su gemela mayor, más parecida a su padre que a ella, con su carácter exigente, posesivo y hasta cruel, aunque solo con quienes no consideraba su familia. Orien era su hermano menor, su gemelo, y el más dulce de sus muchachos, con sus enormes ojos de cierva color violetas y su cabello lleno de rizos plateados, parecía un pequeño ángel mientras tocaba al dragón con reverencia absoluta, riendo cuando lo alcanzaba la felicidad del hechizo.

Y luego, estaba su bebé más pequeño, quien podía pasar fácilmente como su favorito. Helios tenía el cabello casi dorado, con un ojo de cada padre y la sonrisa de su madre, su bebé tenía dos años, era el último de sus hijos y el primero en irse...

- Muña... Dracarys...

De repente, estaba en la oscuridad, solo escuchando el sonido de la voz de su hija mayor gritando hacia ella, con el dolor y el odio claro en cada una de sus palabras.

- ¡Muña! ¡Dracarys!

Unos ojos rojos llenos de rabia aparecieron en su visión, con lágrimas en sus ojos.

- ¡MUÑA! ¡DRACARYS!

Persephone se levanta de la cama, tropezando y con lágrimas libres en su rostro, llena de sudor y con la vista frenética, buscando a sus bebés. La habitación en Peverell Mannor estaba oscura, fría y parecía estar ahogándola cuanto más tiempo pasaba sin encontrar a sus hijos.

- Mi amor, mi dulce, vuelve a mi... - la voz de Thanatos penetró en la histérica búsqueda ciega de Persephone. - Vuelve a mi, Percy, estás aquí conmigo, en Peverell Mannor, en nuestra habitación... - la entidad le tomó las manos con suavidad, como si fuera un pequeño animal asustado, e intentó llevarla nuevamente a la realidad. - Tu nombre es Persephone Oceane Peverell, tienes catorce años y estamos en 1986, tomaste una poción envejecedora el día de ayer y...

Thanatos siguió hablando suavemente, llevando a Persephone hacia su cama con cuidado, calmándola mientras acariciaba con cariño sus manos temblorosas. La expresión totalmente rota y devastada que tuvo cuando se dio cuenta que sus hijos ya no existían en esta línea temporal, le rompió el corazón.

- Oh... mis bebés ya no están... - exhaló con una tristeza dolorosa, aferrándose a las manos de Thanatos e inclinándose hacia su cuerpo en busca de consuelo.

Thanatos niega también, con expresión compleja en su rostro.

- No, mi amor, no lo están.

- Los extraño mucho, mis pequeños dragones... - el nudo en su pecho parecía ahogarla con cada respiración forzada que daba.

- Lo sé, mi dulce, lo sé. - Thanatos la atrajo hacia su cuerpo, frotando su espalda con una de sus manos y tratando de cubrirla del mundo con sus brazos a su alrededor.

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⏰ Última actualización: Jul 04 ⏰

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