4• Final prt. 1

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Al otro día, Saint despabila y, una vez más, se encuentra acostado en la cama sobre su espalda viendo el mismo tejado de todos los días. El abrumante sol lo recibe desde la ventana. Calideciendo su mejilla izquierda. Respira agitado con todo lo que recuerda de ayer. Se desespera tomando asiento y recogiendo los lentes en la gaveta a su lado.

—¡Debo llamar a la policía--! — Queda corto en su grito pues al ponerse los anteojos ve borroso. Antes podía verlo todo bien, ¿cómo es que ahora su miopía transitaba incluso con estos retenedores?  Baja los anteojos poco a poco. Sin estos puede verlo todo bien. Ahora ve mejor. Arruga el ceño.

—¿Cómo...? — Saca pie tras pie fuera de la cama, endereza la espalda y camina hacia el espejo largo que tiene a su derecha. El espejo lo refleja entero. Desde la cabeza a los dedos largos desnudos sobre el suelo. Puede ver algo horriblemente notable. Tiene los ojos negros como aquellas personas en la Carnicería.

—No... — Comienza a negar quejumbroso: —No...., no, — Se acerca para ladear la cabeza. Viendo con más detalle que solo una porción mínima de retinas es visible. Una maldita porción. Se toca el párpado inferior con tres dedos. Baja un poco el párpado para observar el ojo completo y solo hay oscuridad. —¡NO!

Se echa para atrás volviendo a caer sentado en la cama. Comienza a llorar. —¿Qué me hicieron...? ¿Qué me hicieron? — Inertemente brinca una rodilla de arriba a abajo llorando desconsolado.

Una llamada entrante a su teléfono lo espanta. Haciéndolo pegar un brinco. Mira el móvil para cogerlo. A un oído lo asoma.

—¿Earth? — Pregunta lloroso.

—Amigo, vengo a recogerte-- Espera, ¿Estás llorando? ¿Estás bien? ¿Qué sucede?

Va a hablar. Contarle todo lo de anoche. Pero tiene miedo. Miedo de alejar a su único mejor amigo, miedo de culminar su vida universitaria, miedo a... La soledad. Cosa que cree sería la granada perfecta para dejar salir la bestia interior. Aunque si lo que su padre le dijo es cierto: Los pensamientos asesinos comenzarán a crecer poco a poco hasta ser inevitables. Mejor y no.

—N--Nada. Debe ser la resaca. Me tiene mal. ¿Dejé mi auto en tu casa?

—¡Ja, ja! Suerte que compre medicinas. No pensé que beberías, Patrick. Me cuentas todo lo que hiciste con Perth a de-ta-lle. Muero por saberlo todo. ♪ Igual debo contarte algo que sucedió entre Kao y yo~♪.

Earth está tan feliz como siempre. Su amigo es un pitufo alegre. Saint, cabizbajo, sonríe por él. —Me cuentas. — Susurra pacíficamente.













🍒

Earth lo ha recogido en el auto de Saint y ha seguido su rol como conductor mientras el propietario descansa en el asiento pasajero portando gafas de sol negras. Está bastante serio pese la alegría del mejor amigo que chismea su situación con una sonricita.

—Para mi suerte: no lo tiene tan grande. Lo tiene ¡perfecto! Como, encaja justo ahí, ¿sabes? Y justo después de hacerlo ¿adivina qué?

Saint está embobado. Sigue mirando el exterior a través de su ventana. Earth lo mira y gira a la carretera con una sonrisa. Sin darse cuenta de que el alto está en las nubes.

—¡Se quedó conmigo justo después de que lo hicimos! Pensé, en serio, que se iba a ir. Pero, — Niega ensanchando la sonrisa. —dijo "quiero conocerte". ¿No parece eso salido de un cuento de hadas?

Patrick sale del trance para comenzar a sonreír. Asintiendo feliz por su amigo. —Vaya, mírate Monnat, mi pequeño Pitufo ya no es virgen.

—Oye, Virgen, ¡¿Qué haces burlándote del que ya la perdió?! Además no me has contado que pasó entre tú y Perth.

𝗘𝗟 𝗖𝗔𝗥𝗡𝗜𝗖𝗘𝗥𝗢° PERTHSAINT + KAOEARTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora