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23 de diciembre de 1990

Querido diario:

Anoche tuve una pesadilla. El horno del sótano me estaba persiguiendo por toda la casa, brillando como el fuego del infierno. Sabes que siempre me ha dado miedo ese horno. Me desperté asustado, pero tuve la esperanza de que el día mejorara.

Nada salió como esperaba.

No había nada de comer en la nevera, así que tomé un poco de dinero de una cartera que mamá había dejado y me fui de compras. Al salir, por poco me atropelló un auto y me asusté tanto, que grité. Los que iban adentro se asomaron para mirarme y reconocí a uno de ellos, el tipo del diente de oro. Ya había estado en mi casa antes, vestido de policía. Eso me pareció muy raro. Cuando llegué a la tienda, cogí lo que quería para comer y pagué, pero se me ocurrió que necesitaba un nuevo cepillo de dientes. Ya lo había guardado ¡y juro que iba a pagarlo!, cuando vi que El Hombre de la Sal se me acercó. ¡Ese hombre me persigue! Salí disparado de la tienda, sin pensar en otra cosa que no fuera alejarme de él. Cuando iba por la mitad del camino, ya estaba más tranquilo y me di cuenta de que había hecho algo terrible: me había robado el cepillo. Estaba seguro de que me arrestarían por eso. Para colmo, mis bolsas de compras se desfondaron por el camino y se me cayó todo. En eso, un auto muy lujoso pasó por mi lado y se detuvo allí mismo. Suerte que no era el carro de la policía. De ese auto se bajó una mujer alta, que traía el abrigo más lindo que recuerdo haber visto en mi vida. Su pelo parecía el de una princesa de Disney y tenía unos ojos muy bonitos. Creo que he visto sus ojos en otro lugar. Ella se acercó a mí y yo di dos pasos hacia atrás, recordando todas las historias de niños secuestrados que me contaba mi hermano Buzz. «No hables con extraños», también me advirtió mamá.

—Hola, Kevin —me saludó sonriendo, pero parecía que fuera a echarse a llorar—. Oh, por Dios, eres tan hermoso.

—¿Quién es usted? —quise saber, sintiéndome un poco temeroso por la manera en que me miraba—. ¿Cómo es que sabe mi nombre? ¡Yo no la conozco!

—No te asustes, Kevin —dijo, dando unos pasos hacia atrás—. Preferiría arrancarme una mano antes que hacerte daño. No me conoces, pero yo sí te conozco a ti. Y también a tus padres. ¿Puedo hablar con ellos un momento?

Moví la cabeza de un lado a otro.

—No hay nadie. Estoy solo en casa.

—¡¿Qué?! ¡¿Se fueron y te dejaron aquí?! ¡Semejante irresponsabilidad...!

Ella tenía algunas lágrimas en los ojos, pero dejó de llorar cuando le dije eso. Cerró las manos y enfurruñó la nariz, eso me recordó a mí mismo cuando estoy enfadado. Al final, me regaló una sonrisa.

—No te preocupes, Kevin. Yo cuidaré de ti.

Pero yo aún sentía desconfianza.

—¡¿Qué?! ¡Pero si ni siquiera la conozco!

—Eres muy inteligente, Kevin. Está bien, me presentaré. Mi nombre es Henrrietta y soy una amiga de la familia McCallister. Todos me llaman Henry, así que tú también puedes decírmelo si quieres.

Esto puede sonar tonto, pero me sentía a gusto con ella. Después de que me dijo su nombre, dejó de parecerme una desconocida. Pensaba que era muy bonita, me gustaba su sonrisa y el color de sus ojos. Por otra parte, la idea de quedarme solo todo el tiempo ya no me atraía tanto. ¡Capaz que El Hombre de la Sal apareciera para asesinarme al verme tan solito!

—De acuerdo —acepté—. Ven, te llevaré a mi casa.

—Bueno, pero antes, vamos a recoger esto —dijo Henry, recogiendo las compras que se me habían caído—. ¿Pagaste por todo eso, Kevin?

El diario de Kevin McCallister [Home Alone - Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora