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25 de diciembre de 1990

Querido diario:

¡Ahora sí estoy seguro de que unos ladrones nos acechan! Los vi rondando la casa de nuevo por el día. Y los reconocí: eran los mismos que casi me atropellan el otro día. Además, también estaba el tipo del diente de oro. Pero no dejaré que me roben. Voy a defender mi casa y protegeré a Henry. Aunque ella sepa artes marciales, los ladrones son dos y he escuchado que los ladrones les hacen cosas terribles a las mujeres bonitas, todavía más que a los hombres o a los niños. ¡No dejaré que le pase nada! Empecé a buscar cosas para armar trampas. Esos ladrones no saben con quién se han metido.

A eso del mediodía, Henry tocó a la puerta de mi habitación. Era la única persona que lo hacía. Mis padres siempre entraban sin avisar, «porque somos tus padres», según decían.

—Puedes pasar, Henry —dije.

Ella apenas se asomó por la puerta.

—El almuerzo está listo, cielo —me informó.

Pasé la tarde tan inquieto, que no sé cómo Henry no me preguntó nada. Por la noche, ya tenía las trampas listas. Fue ahí cuando ella decidió preguntarme qué pasaba.

—Aquí ocurre algo raro, Kevin —me dijo muy seria—. ¿Qué es?

—Hay unos ladrones rondando la casa —respondí.

—¿Estás seguro?

—Sí. Los vi dando vueltas por aquí desde ayer y uno de ellos estuvo en casa vestido de policía cuando estábamos preparando el viaje a París. No te lo había dicho antes, porque no quería asustarte.

—Será mejor que llamemos a la policía.

—Ya lo hice. En lo que llegan, puse trampas por toda la casa. Ten cuidado en dónde pisas, enciérrate en la habitación y no te preocupes por nada. Yo te voy a proteger.

Henry comenzó a reírse, pero hizo lo que le pedí. Cuando un ladrón asomó su cabezota por la puertecita de la puerta (ya saben, por donde el repartidor pasa las pizzas y el cartero la correspondencia), yo estaba listo con mi escopeta de juguete y lo saludé con un balazo de goma en la frente. Entonces, intentaron entrar por la ventana, pero yo había puesto los adornos de vidrio del árbol de Navidad allí y se pincharon los pies descalzos cuando los pisaron. Cuando me vieron, intentaron perseguirme. Pero el par de estúpidos no estaban mirando abajo y resbalaron con los carritos de juguete que puse allí. Por poco se matan, pero son tan duros como imbéciles.

—¿Se rinden o están listos para más? —les reté luego de sentarme tranquilamente en lo alto de las escaleras.

Tenía la situación bajo control.

Los dos inútiles intentaron subir a por mí, pero les tiré unas latas de pintura atadas con hilo que les dieron en sus feas caras. Rodaron escaleras abajo, pero no se acababan de morir. No era como en las películas animadas, donde los villanos se morían a los dos golpecitos. Uno de ellos, muy insistente, subió detrás de mí y logró agarrarme por una pierna. Pero yo aproveché que la araña mascota de Buzz estaba por ahí, la cogí y se la puse en la cara. ¡Menudo chillido que dio el tipo! Parecía una niñita que ve a un ratón. Pero esos dos eran insistentes y se levantaron. Corrí y corrí, pero finalmente le atraparon y me colgaron del abrigo a un gancho de la puerta.

Ahora sí que la situación se había salido de control.

—¿Qué deberíamos hacer contigo? —preguntó el más feo, que se veía más malo—. Tal vez deberíamos pegarle en la cara con una lata de pintura.

El diario de Kevin McCallister [Home Alone - Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora