Ni siquiera cierro los ojos. Las dudas, pensamientos o preocupaciones. No me dejan en paz.
Estoy en la ventana, donde he vigilado cada hora como se pierde la luz solar, desde que me levanté de la cama. Me interesa quedarme aquí, de hecho, lo disfruto un poco, claro, lo disfrutaría más si mi mente estuviera en silencio. De vez en cuando miro de lado hacia el traje que reposa, impaciente y listo para ser usado. Suspiro, sostengo el anillo que la lombriz me regaló ayer, se mueve en mis dedos. Me pregunto dónde estará ella. Su cama está tendida. No me preocupo demasiado, Liam no estaba abajo y su mochila no está donde siempre. La rebelde está explorando y escarbando, como siempre.
Me bebo toda el agua que tenía en la jarra, mis labios se volvieron recesos después de que volví, además mis ojos siguen cansados. El sol no me puede estar dando directamente, pero siento en la piel y rostro que así es. Me duele.
Escaneo la distancia, me imagino caminando en unas horas por el bosque, en búsqueda de Fernanda. Los árboles se mueven serenos, calmados. Hasta donde me han dicho, se expanden a todo, donde sea que se vaya, ahí estarán ellos. Puede que en zonas existan caminos, claramente creados por los alterianos para llegar a la mina en la cordillera. Muy pronto nos moveremos por ahí.
También miro más cerca. Hay vehículos del clan guerra movilizándose. Estoy segura que se preparan para llevarme allá, al perímetro del castillo Constantino, lugar donde se llevará a cabo la ceremonia de la reina. Miles de invitados e infiltrados. Aunque la mayoría serán fieles súbditos, llorando la muerte de la mujer más poderosa y temida por los caídos.
Por eso es una luz, una esperanza de salir de esta miseria. Ser libres.
Me muevo hacia el dibujo del príncipe heredero. Del fuego y del aire nacemos. Del agua proviene nuestra sangre. De la tierra son nuestros ancestros. Sonrío de lado, ni siquiera alcanzará a decir su juramento. Somos inevitables, así como la lluvia cae sobre la tierra, como las estrellas en el cielo. Volveremos, lo prometo.
—Blanca, creí que estabas con Jackson —Orit habla después que cierra la puerta de nuestra habitación.
Me abraza.
—Pues, ya terminamos. Lo veré en el salón, dentro de poco —anuncio cuando nos separamos.
— ¿Has dormido desde que llegaste?
Niego.
—Te ves terrible, tus ojos están enrojecidos. Deberías dormir.
—Lombriz, estoy bien. Además no puedo dormir.
Ella suspira. Deja la mochila en su cama. Después de sienta.
— ¿A qué lugares fuiste hoy? —interrogo cambiando de tema.
—Al monte del norte, pero no tuve nuevos descubrimientos. Volví antes, para despedirme de ti —responde, sus ojos verdosos toman un brillo que no comprendo.
ESTÁS LEYENDO
La maldición de los caídos
Fantasía"En los libros existe una historia de la vida anterior. Así como habrá otra historia de esta vida en la siguiente" -Archibeld Constantino