Capítulo cinco

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5 /  Extraños

Hay miradas tan fuertes que son capaces de derribar muros.

Anónimo.

—¿Qué haces aquí? —volvió a preguntar el chico que me tocó.

Tampoco lo puedo ver porque está de la misma manera que el otro. Con capucha puesta cubriendo su rostro.

Queria responder, pero no salía mi voz, es decir, los dos me apuntaban cada uno con un arma sin quitarme los ojos de encima. ¡No pensé que voy a morir por esas personas! ¡Y menos así!

—La pregunta sería, ¿Qué ibas a hacer?—preguntó el otro chico.

Bueno, los detallo atentamente y para lograr distinguirlos, observo sus cabellos que no están tapados. El chico que mató a ese hombre es rubio y el chico que colocó sus manos en mis hombros es pelinegro.

Sigo sin responder, a lo que al parecer al pelinegro le exaspera y baja el arma.

¿No me va a matar?

—Sube al auto. —me ordena mirándome a los ojos. Sus ojos son negros como la oscuridad y son electrificantes. Veo también que tiene un cinturón donde guarda sus armas, y uno en la pantorrilla donde habita un cuchillo.

Está lindo

Puede verse bueno, sin embargo no es nadie para darme órdenes.

—No.—digo sin miedo y él suspira, parece cansado. En cambio el otro chico parece gustarle la situación.

—Encárgate.—le ordena al rubio y él baja el arma para hacer una queja. Ya cambia su expresión de diversión a una de molestia.

—¿Por qué yo?—dice dramáticamente.

—Porqué sí. —le contesta secamente y se mete la pistola en el cinturón.

Coloco cuidado a su hablar y me doy cuenta que sus acentos son extraños, parece que cada uno nació en un país distinto. Él rubio parece...¿Italiano? Y el otro...¿Inglés? Estadounidense no puede ser porque sé su acento por Theo, ya que él lo es.

—¡Te odio!—se queja de nuevo y guarda también su arma. Dirige la mirada hacia mí y se acerca a lo que yo retrocedo lentamente.

—¿Qué me van a hacer?—pregunto asustada.

Parece como si fuera el cazador y yo su presa.

—Muchas cosas si así lo deseas.—me coquetea y me guiña el ojo. Cuando está cerca de mí, logro ver sus ojos color azules claros.

Él se acerca más y cuando me toma del brazo, yo reacciono y con mi rodilla golpeo fuerte en su parte íntima haciendo que se retuerza de dolor y me suelte.

—¡No me toques!

¡Merda! (mierda)—se queja en italiano y lo veo retorcerse en el suelo.

Levanto mi mirada y veo al pelinegro distraído organizando unas cosas en su auto. Entonces aprovecho esta oportunidad y comienzo a correr.

Corro como si temiera por mi vida, aunque pensándolo bien..., ¡Es lo que está pasando!

Mientras avanzo, escucho la risa de uno de ellos, sin embargo no miro atrás y sonrío feliz cuando me doy cuenta de que los perdí, salvándome yo solita.

Idiotas, eso es lo que son. 

Le voy a decir a Theo que si puedo cuidarme sola...

—¡AHHHHHH!—grito cuando siento que me toman del cuello deteniéndome y halándome hacia atrás.

Sueño Eterno [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora