2. La culpa es el monstruo.

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¿Por que?, nunca deje de preguntarme eso, ¿Por qué de tantas personas tuviste que ser tu?; y no es que para ese entonces deseara la muerte de alguien, pero no podía evitar preguntármelo, yo estaba ahí, ¿Por qué la bala no me dio a mi?.

Después de aquel día deje de sentir, estaba muerto en vida, mi vida se había apagado ese día contigo y aunque ya estaba destrozado y lleno de ira, lo que paso ese día fue lo que me hizo desear la venganza.

Veintinueve de Octubre del año 1994:

Había pasado un año de tu partida, me encontraba en el trabajo, y una vez más quise quedarme hasta tarde, no quería llegar a casa y no recibir el caluroso abrazo que me solías dar, no quería llegar a casa y ver el rostro de tu madre lleno de lagrimas, no quería ver como tu madre se iba desvaneciendo poco a poco, estaba destrozada y aunque quería hacer algo por ella, no podía, no podía porque yo me encontraba igual.

Nos habíamos convertido en entes, éramos una sombra de lo que solíamos ser, aquella muchacha vivaz de la que me enamore ya no estaba, y aunque seguía amándola con la misma fuerza con la que la ame el primer día, éramos dos almas destrozadas; y no puedes ayudar a alguien que esta igual que tu porque acabaras hundiéndolo o acabaras ahogándote tu.

Pero ese día fue diferente, no sabes cuanto desee haber llegado temprano a casa, no sabes cuanto desee encontrar a tu madre y limpiar aquellas lagrimas con mis manos, no sabes cuanto desee haberla abrazado, haberla sostenido entre mis brazos y decirle que todo estaría bien, que yo estaba ahí y aunque en ese momento no tenia fuerza, la hubiera sacado para que ella se apoyara en mi, pero eso no paso, porque no lo hice, no lo hice y por mi culpa la vi morir frente a mis ojos.

Había llegado a casa, no me sorprendió el silencio ni lo fría que estaba, porque desde aquel día era normal para mi, pero entonces la vi, estaba colgada en medio de la sala, y aunque de inmediato la solté, aunque la abrace con fuerza mientras le pedía que no se fuera, mientras gritaba que volviera, era demasiado tarde, una vez más la muerte tocaba mi puerta, su rostro ya era pálido, estaba fría y donde alguna vez hubo vida, ya no quedaba más que muerte.

Llame a una ambulancia, pero cuando llegaron no me dieron esperanzas, solo se la llevaron y dos días después estaba enterrando al otro amor de mi vida, estaba enterrando a la única luz que aún quedaba para mi, no fui consciente hasta ese entonces de cuanto había necesitado a tu madre, no fui consciente hasta ese momento de lo mucho que la amaba.

La enterraron junto a ti, mi hija y mi esposa ahora estaban en el mismo lugar, ahora esa bala no solo me había arrebatado a mi pequeña, también a mi esposa, y fue ese día el primer día que tuve sed de venganza, fue ese el día en que mis planes comenzaron y empecé la búsqueda de los culpables, tus asesinos.



Diario de un asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora