Ep 6: Cambios.

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Ese beso en el hospital fue un antes y un después, ambas lo sintieron, y negarlo era como ir a la batalla sabiendo que la guerra estaba perdida de antemano. Valeria, probablemente, era la más renuente a aceptar lo que sentía, pero eso no impedía que su corazón empezara a emocionarse cuando veía la sonrisa de la hermosa detective o que sus partes bajas no temblaran al tenerla cerca. Sus ojos marrones la ponían de rodillas, su cuerpo desnudo era una especie de altar al que deseaba adorar cada día de su vida y, por algún extraño motivo, necesitaba estar entre sus brazos.

Se jugaba la vida y lo sabía, todo por lo que había luchado en los últimos años pendía de un hilo, pero cómo poner freno si ya descendía por el barranco, cómo pedirle a su alma que no sintiera más, cómo alejarse de ella si era lo único en lo que pensaba durante las noches. Esa morena la traía loca, tanto como para arriesgar todo y saltarse sus propias reglas.

En la detective las cosas iban muy parecidas, aunque sus conflictos eran algo más superfluos. Ella no se jugaba el resto de su vida en prisión, solo tenía miedo al compromiso, a que su felicidad dependiera de otra persona y a perder su libertad. Pensaba que se fallaba a su estilo y creencia de vida, nada más alejado de la realidad.

- Estás enamorada – la pinchaba Ray mientras compartían un trago en la barra de la discoteca.

- No estoy enamorada, solo me preocupa que esté sola en casa, las lesiones en las costillas duelen muchísimo – se excusó. La realidad es que, si de ella dependiera, se cambiaria de lugar con la ojiazul para no sufriera dolor alguno. Obviamente eso no lo reconocería así la mataran a palos.

- Engañarse nunca funciona, mi querida Watson, mientras más te empeñes en negar lo que sientes será peor. Además, te brillan los ojos y de lejos se nota que ni me prestas atención, tu cabeza solo está maquinando excusas para hablarle y preguntarle cómo está o si necesita algo – lo miró con cara de "no te mato porque eres mi mejor amigo", pero solo suspiró. Sabía que en el fondo él llevaba razón, solo su cuerpo estaba allí sentado porque su mente, y peor aún, su corazón se encontraba con Valeria donde sea que ella estuviera.

- A veces, solo a veces, te odio mucho – respondió con cierta frustración.

- Siempre dices eso cuando tengo razón – se alzó de hombros – Anda, llámale – la animó – seguro ella también espera que lo hagas – se retiró un instante a atender un par de clientes al otro lado de la barra.

La morena quedó con sus pensamientos, otra vez recordando la belleza de aquel beso que aun hormigueaba en sus labios y en el cual no dejaba de pensar ni un instante. El latido delator de su corazón le confirmaba lo condenada que estaba, se había enamorado de esa mujer, a pesar de las mil y una veces que se repitió que no debía caer ante sus encantos. Allí se encontraba, con sus dedos ansiosos por escribirle un mensaje para saber cómo seguía en su recuperación, por decirle que moría por verla, aunque fuera solo un instante. Sentía urgencia por mirar sus ojos, por percibir el calor de su cuerpo, por estar a su lado.

- Ya no tienes escapatoria, estamos perdidas – se dijo a sí misma y, sin poder contenerse más, salió del lugar, entró en su coche y marcó su número. Los nervios no la dejaban pensar con claridad, una voz desconocida empeoró las cosas para ella.

- ¡Buenas noches! – una mujer atendía el móvil de la ojiazul. ¿Quién demonios le acompañaba a esa hora de la noche?

- ¡Buenas noches! – respondió como pudo - ¿Podría hablar con Valeria, por favor?

- Vale está dormida, se fue a descansar hace un ratito – de inmediato sintió agruras en su estómago, definitivamente esa mujer era cercana a su novi... lo que sea que fuera para ella. Apretó los dientes y tragó sus celos - ¿Quieres dejarle algún mensaje? ¿O algo?

ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora