Ep 3: Valeria Asturias

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Juliana y Valentina se perdieron entre la multitud y empezaron a bailar, igual que la vez pasada, sumergidas en un juego de provocaciones e insinuaciones de la cual ninguna quería salir. Sus cuerpos se rozaban con descaro y sin miramientos, su sudor era la muestra visible de las ganas que ardían en su interior y la sonrisa en sus rostros era la evidencia de lo mucho que disfrutaban de esa cercanía que experimentaban al ritmo de la música. Se habían extrañado de alguna manera, aunque jamás lo reconocerían, y aquella noche sus pieles necesitaban tocarse y sentir esa descarga de energía que solo surgía de ellas dos.

- Eres una tortura para mí - reconoció Juliana con ronca en el oído de Valeria y ella sonrió - demasiada sensualidad para contenerme. Me enloqueces los sentidos, contigo no puedo pensar con claridad.

- ¿Qué quieres hacerme Juliana? – preguntó para tentarla sin dejar de mover su cuerpo, la morena se mordió los labios y dejo escapar media sonrisa reconociendo en su voz la provocación. La giró con cierta fuerza hasta quedar frente a frente.

- Cogerte duro y sin piedad, besarte hasta dejarte sin aliento – respondió sobre sus labios y mirándola fijamente a los ojos – sentir tu sexo sobre el mío, que muevas tus caderas sobre mí y beber de ti hasta que vuelvas a gritar mi nombre.

- Eres una morena pretenciosa, primero vienes aquí pensando que llegaría a buscarte y ahora, descaradamente, me confesas que quieres volver a cogerme sin más – rozó sus labios con los de Juliana – Ni siquiera sabes si quiero repetir, ¿Qué pasaría si no? ¿Qué ocurriría si no quiero coger contigo esta noche? – la pelinegra tragó en seco.

- Me sentiría frustrada, derrotada, me iría a casa y me masturbaría pensando en tu olor, en tu cuerpo desnudo, en el sabor de tu sexo y el grosor de tus dedos dentro de mí – la ojiazul no pudo evitar sonrojarse, ella también estaba perdida, ella también deseaba comérsela a besos y escuchar sus gemidos. No pudo contenerse y la besó como si no hubiera mañana mientras Juliana la pegaba a su cuerpo sujetando su cintura.

Era un beso rudo, voraz, estropeado, urgido, desordenado por sus ganas y el deseo naciente en ambas por poseerse una vez más. Fue el inicio de un apasionado maratón de sexo fuerte, que las llevo a una espectacular habitación del Hotel Hilton donde dieron riendas sueltas a sus bajos instintos. Recorrieron el baño, la cama, el sofá, el piso de la íntima terraza, todos testigos silentes del descontrol que despertaba una en la otra y de los deliciosos y profundos orgasmos que se regalaron aquella noche. Cogieron hasta que sus cuerpos dolieron y el sueño las venció, era la primera vez que ambas vivían algo como eso.

Juliana no repetía con mujeres desconocidas, no se dormía a su lado, no las abrazaba por las noches, por eso se maldijo a la mañana siguiente cuando despertó sola en la cama. Valeria se había ido, sin despedirse, y se encontró a sí misma ansiando un beso de "buenos días" o al menos un "hasta pronto". Otra vez volvía a perder ante la hermosa ojiazul, un nuevo golpe a su ego, y lo peor es que no podía culpar al alcohol por sus acciones porque, a pesar de haber bebido, se encontraba en su plena capacidad de discernimiento. Era culpa de aquella bruja que la tenía hechizada.

- Maldita sea, Juliana, lo hablamos mil veces – se decía mientras tomaba un baño – volver a verla se trataba de venganza, de mostrarle quien realmente tenía el control, de dejarla con las ganas. No de amanecer a su lado y que te dejara durmiendo como una tonta chiquilla enamorada, sin más – suspiró con enojo – Ni siquiera tienes su puto teléfono – se reclamó. La parte que más le molestaba es que deseaba repetir todo lo que vivieron la noche anterior, sentirse entre sus brazos era otra cosa y su alma empezaba a gritárselo.

El resto del día su mal humor no la abandonó, aun durante su acostumbrado partido de tenis de los domingos en la tarde. No se sacaba lo ocurrido de la cabeza, la atormentaba lo que empezaba a sentir y el hecho de ser incapaz de detener todo lo que sabía que vendría. La buscaría, la metería en su cama nuevamente y terminaría enamorándose perdidamente de ella.

ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora