Huir de la habitación resultaba ser la opción favorable del momento. Creía que así ella podría calmar los sentimientos como lo estaba haciendo él. O al menos lo intentaba.
La descabellada idea de poder tenerla, le inundaba la mente sin detenerse. Frenar las sensaciones que lo invadían lentamente, parecía imposible. La cordura ya no diferenciaba entre lo que tenía que hacer, y lo que deseaba hacer.
>>Esto no puede ser real. Ella debe de estar confundida<< se dijo a sí mismo, tratando de creer lo que decía. Sin embargo de un momento a otro, detuvo los pasos de repentinamente, grabándose una sola frase en la cabeza.
>>Realmente le gusto<< la emoción y el recuerdo lo golpearon. Se sentía demasiado adulto para emocionarse por una confesión, así como la idea descabellada de tenerla como pareja.
Ante muchos ella solo era una niña. Ante sus ojos, resultaba ser alguien apreciada y valiosa. Una mujer de múltiples facetas, destinada a equivocarse y avanzar en el proceso, en compañía de una mirada desafiante y persistente que de seguro lo harían estar orgulloso de cada paso que diera.
Nuevamente, se recalcó el hecho de ser un adulto y saber la distancia que debía tomar en el momento. Pero como hombre, saber que dejaba a atrás a la persona que tanto deseaba, lo hacían sentir lo peor del mundo. El solo recuerdo de ella bajando la cabeza lo destruyo, el sonido del llanto lo desespero. De inmediato, se encontró corriendo de prisa para volver a la habitación con el propósito de estar con ella.
Después de muchos años, había dejado de ser racional, permitiéndose llevar por los impulsos que obviamente le pasarían factura pronto. Siempre y cuando eso este lejos, no le importo continuar con los pasos desesperados, que buscaban reunirlo con la persona deseada.
>>¡Maldita sea! Espero jamás arrepentirme de lo hago. De lo contrario, sabré que estoy destinado al sufrimiento y la agonía<<
Sin permiso y medición, azoto la puerta y se apodero de ella en un agarre que la presiono contra el pecho y la encarcelo en un abrazo. La culpa lo gobernó, así como la conciencia que dio las alertas de lo que diría. Una vez más, el ignoro todo y se dejó segar por el hecho de poder tenerla entre sus brazos como alguien preciada que como una alumna.
>>Ahora estoy en la misma posición en que alguna vez estuviste tu Jennifer. Me he vuelto alguien como tu<< sonrió, sincerándose con Mariana antes de responderle la confesión hecha minutos atrás, con el acto de darle un beso.
Mariana se creyó soñar cuando lo vio venir a ella e incremento la sensación cuando la beso. Si valía morir por producir que el tiempo se detuviese, ella estaba dispuesta a matar por que se congelara el espacio y tiempo.
–Mariana –quito el contacto esperando que ella le dijera algo– ¿Esto puede responder a tu confesión?
No supo que decir, a lo que Marco se apresuró en poner la distancia, siendo jalado de la corbata para volver a unir los labios de ambos en un beso más profundo y atrevido.
Aun si él resultaba estar fuera del alcance de ella, estaba decidido a hacer que la eligiera ahora y siempre. A pesar de la posibilidad de fallar en el camino y caer. Tras este beso, Mariana no estaría dispuesta a dejarlo ir como las otras veces.
–Sí. Me basta este beso como prueba de que también te gusto –lo abrazo de inmediato–. Fue cruel de tu parte abandonarme.
–Lo lamento tanto –correspondió al abrazo–. Estaba en la obligación de rechazar sus sentimientos hacia mí sin embargo, necesitaba que acabaras con mi tormentosa agonía de querer besarte en cada oportunidad que existía. En cada clase, en cada encuentro, en cada lucha interna por negar la atracción que siento.
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Edúcame Si Puedes
Romance~En revisión~ Mariana Méndez: hija de un empresario mafioso. Una chica muy energética de 17 años, infantil y malcriada, a quien le gusta trata a la gente como le dé la gana. Suele ser manipuladora y bipolar pero también alguien con un jodido carácte...