Capítulo 23.- "Oliver" (Parte 1)

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12:55 pm indicaba el reloj de la pared mientras mi aburrimiento crecía y mi cuerpo ya no podía expandirse más sobre la cama.

Muriendo por no tener nada que hacer, soportaba el confinamiento en mi habitación sin internet o alguna cosa para matar el rato. Un método de castigo implementado por mi padre para tratar de enseñarme que no debo amenazar con un cuchillo mis tutores.

>>¿Por qué no se da por vencido?<< resople con fuerza quejándome. >>Lunes 20 de Junio del 2016. Recuerda esa fecha cerebro. Por qué are que me las page ese hombre que tengo por padre<<

La molestia en mi interior parecía no cesar hasta que la puerta sonó anunciándose Mimí. Ingresando a la habitación tras mi autorización.

–¿Qué pasa Mimí?

–Señorita Mariana –realizo una reverencia. Pidiéndole que no lo hiciera–. El señor Méndez solicita que valla al recibidor de inmediato. Me pidió escoltarla.

–De acuerdo –>>Espero que sea para levantarme el castigo y dejar de joderme con esos maestros estúpidos<<

Retirándome de mi habitación convertida en cárcel. Camine por los pasillos hasta bajar al primer piso, ingresando en el lugar Mimí antes que yo para anunciarme y dejarme pasar.

–Bien. Estas aquí –con su distintiva mirada fría y severa sobre mí, le solicito al hombre en el sofá ponerse de pie. Iniciando las presentaciones–. Mariana. El caballero Leroy Killian Oliver será tu nuevo tutor. Por favor, has que este dure –resoplando padre, abandono la habitación junto a Mimí dejándonos a solas.

La estúpida sonrisa en el rostro del hombre, reflejaban confianza y serenidad que empezaba a odiar sin importar cuanto quisiera ignorarlo.

–Es un gusto conocerla señorita...

–Lárgate –interrumpiéndolo, deje que saliera mi tono de voz despreciable–. Si te quieres como ser humano, vete. Recoge tus ganas de querer enseñarme o ayudarme y corre. Te conviene hacerlo. O are tu estadía un infierno del carajo que te reventara las pelotas cuando te perfore el cuerpo. No digas que no te lo advertí –borrándole la sonrisa ante mi hostilidad. Me complació al ver como mi personalidad lo sorprendía.

Sin más que decirle. Abandone el lugar con una mueca de desaprobación en él. Le daría una semana para querer logar enseñarme algo.

***

Y aquí íbamos de nuevo... en el último día de la semana

El hombre era necio o simplemente resultaba ser un masoquista. Claramente no lo entendía. Pero eso lo volvía divertido.

–Me jodes, te jodes. Me quieres enseñar, yo te enseño a que no podrás. Aunque viéndote así. Solo falta la lechuga y eres una ensalada de desechos.

Riéndome por la obra de arte que cree. Los cascarones de huevo, resultaban ser un buen producto para el cabello en conjunto con la salsa china, desperdicios de carne putrefacta y pimienta al gusto.

¡La comida está servida!

Sin detener las carcajadas, me baje del filo del mueble con intenciones de intimidarlo.

–Entonces señor Lilorino ¿Desea otra prueba de mi rebeldía? O ¿Seguirá probando suerte?

Ingresando Mimí junto a Gabriel, este último me fulmino con la mirada, resoplándole en respuesta.

–Me largo. Escóltenlo hasta su recamara –camine a la salida, pasando de largo ante la presencia de los tres–. Y por favor. No me agradezca por el tratamiento capilar. Lo malo es el repugnante olor. Suerte con eso.

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