Doce y cuarenta del medio día. El sol llegaba a la parte más alta del cielo, despejando las nubes y permitiendo un ambiente fresco y cómodo para cualquier ser viviente.
Marco Preminger, con lentes media montura Oftálmicas de márgenes café, que escribía en su portátil, tenía nerviosa e incomoda a su estudiante, quien no paraba de deslizar su mirar varias veces, sobre el severo pero atractivo rostro de su tutor, que hipnotizaba cuando se colocaba los lentes.
Después de que Mariana se levantara pasado de las diez de la mañana. Exigió sus alimentos y se estableció en el comedor para acordar el contenido de su contrato con Marco.
La menor estaba insistiendo tanto en que existieran algunas cláusulas de más, que a él se le estaba perdiendo la paciencia.
–Decídase en lo que quiere. ¿En qué desea concentrar sus estudies y lo adicional?
–¡Es que es difícil! No soy buena para los números y mi oratoria es pésima. Como no tengo conocimiento de mucho, especificarme en algo que me genere dinero como para destruir a mi padre, no puedo decir lo que quiero en concreto –>>¡A parte de que tienes esos lentes que me desconcentran!<<
Marco, volvió a leer las cláusulas del contrato, dejando que después lo leyera su estudiante.
–A todo eso. Tengo algo que preguntarte. ¿Sabes nadar? –el mayor la miro raro a su vez de atento.
–Sí. ¿Por qué lo pregunta?
–¿Y conducir, dar primeros auxilios, programas básicos en un ordenador, manejar un auto, mantenimiento de una impresora, coser y tejer, buceo, guitarra, etiqueta y de más? –desconcertado, solo acento con la cabeza, sonriendo su alumna por la confirmación–. Además ¿Qué tanto sabes de canto y danza?
–Lo suficiente –le lanzo una mirada curiosa– ¿A que va todo eso?
–Quiero que lo pongas en las clausulas –llevo su brazo izquierdo a la altura del pecho, sosteniendo el otro brazo con su muñeca, mientras dejaba reposar su barbilla en la mano derecha, en símbolo de que se encontraba pensando más cosas–. También quiero que agregues que me enseñaras a cocinar y todo lo antes preguntado.
–¿Con que fin?
–Solo colócalo y acéptalo –se cruzó de brazos–. Siento que es mi manera de buscar la auto independencia propia –el mayor solo la observo, provocando que su acompañante se levantara de su asiento para aproximarse a él, tratando de colocar lo dicho por ella en el documento digital.
–Está bien. Lo pondré
Ella guardo distancia, dejando terminar a su tutor, el documento que fue impreso y firmado por ambas partes, estableciéndose el contrato pactado y firmado por los dos.
–Y con esto –Mariana levanto el contrato a la altura de su rostro–. Señor Preminger, tendrá que enseñarme tanto las clases como maestro, así como mi instructor en cocina, natación, jardinería y otras cosas que me da pereza recordar.
–No se por qué quiere aprender eso.
–Es mi deseo. Con todo esto tú quedas bien con mi padre, y yo aprendo lo que quiero. Solo no preguntes y enseña.
–Está bien. Entonces empecemos.
–Por supuesto –levanto los brazos con entusiasmo, tomando el bolígrafo perteneciente a su tutor–. Pero desde mañana.
Dicho esto, se echó a correr a su habitación, dejando a Marco con la conclusión de que su estudiante era un caso perdido.
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Edúcame Si Puedes
Romans~En revisión~ Mariana Méndez: hija de un empresario mafioso. Una chica muy energética de 17 años, infantil y malcriada, a quien le gusta trata a la gente como le dé la gana. Suele ser manipuladora y bipolar pero también alguien con un jodido carácte...