capítulo 4

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Mientras Katherine esperaba que el baño estuviera listo, escuchó el llanto de sus hermanos, o medios hermanos, más bien la interrumpió

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Mientras Katherine esperaba que el baño estuviera listo, escuchó el llanto de sus hermanos, o medios hermanos, más bien la interrumpió.
 
Eran pequeños. Llorones. Gritones. Exigían con eso la atención de su madre y esta se las brindaba de tal forma que una pequeña parte le hacía sentir celos. Su madre jamás tuvo un acercamiento de esa magnitud con ella, mucho menos cuando su padre las abandonó por una dama más joven y enaguas menos pesadas que las de su progenitora como para levantarlas con facilidad.
 
Si lo pensaba con frialdad, tal vez hasta tenía algún hermano o hermana por la ciudad, o la ciudad vecina. Fuera de eso, el grito estridente de los llantos punzaba su mente. Cuando uno lloraba, lloraba el otro, y jura, escuchó correr a las nodrizas por el pasillo. Porque si, los gemelos tenían una nodriza cada uno, y eso era enfermo porque cada vez que los amamantaban, el Barón trataba de estar presente con alguna excusa. Y basada en la experiencia propia con aquellos comentarios sobre el cambio de corsé porque sus pechos crecieron, no dudaba viera los pechos de las nodrizas.
 
—¿El caballero es quien la va a cortejar? Parece buen mozo —la voz de la amable señora que la cuida desde pequeña la saca de sus pensamientos y ese llano escandaloso de los bebés deja de escucharse tal cual si les hubieran metido el pecho en la boca, cosa cierta; Katherine se pone de pie caminando a donde el baño estaba listo, no sin antes alzar una ceja mirando a la señora, esta sonríe con amabilidad mientras ayuda a desatar los listones del corsé—, buen mozo, pero con un rostro inocente, y si me permite decirlo, creo que usted espera algo más parecido a esos libros que suele leer a escondidas de la Baronesa, en cambio, el lord que la trajo me atrevo a decir sería como aquellas novelas que su madre frecuenta escuchar en sus tardes de té.
 
Aquello hizo reír a Katherine, no porque estuviera errada o sonara algo descabellado, sino porque la observación que tenía la mayor era tal que a veces le causaba intriga. Era muy observadora, demasiado para la propia seguridad de todos en esa casa. Si quisiera, estaba segura de que podía vender al mejor postor información sobre el esposo de su madre, su madre misma o inclusive ella. ¡Ya se imaginaba los cotilleos!
      
“Hija de la Baronesa Seymour disfruta sus tardes leyendo las letras del escandaloso Marqués de Sade. Seguro se debe al engaño de su padre para su progenitora, que la pobre quedó dañada mentalmente. ¡Pobre criatura!”.
 
Si, cosa así podía imaginarse.
 
Por fortuna, Katherine cuenta con el apoyo y discreción de la amable señora Sharon.
 
—Tu buena observación sigue impresionándome, pero erraste por un poco —responde haciendo un gesto con índice y pulgar en señal pequeña, el corsé ya había desaparecido de su cuerpo y fue como recibir una bocanada de aire fresco de golpe, como si estuviera ahogándose y el aire se dignara en entrar en sus pulmones—, mi madre fue quien prácticamente concretó ese matrimonio, ya sabes cómo es, solo… me encontró en una situación escandalosamente comprometedora con el hijo de Finn Chapman
      
—Temo decirle que, si no sigue los deseos de su madre, la Baronesa es capaz de enviarla a un convento más rápido de lo que tardan las nodrizas en amamantar a sus hermanos —sí, Katherine sabía eso perfectamente, por ello es que no tuvo más remedio que acceder.
 
Katherine pensó en decirle acerca de la equivocación que tuvo de puerta, lo que hablaron en el camino, y, sobre todo, que ese corto beso le gustó tanto por más inexperto que este fuera. Era cierto que se esperaba uno abrasador con Lord King que le haría sentir humedad dentro las piernas —según aseguraba los rumores, pero en contrario encontró uno que le hizo sentir cosquilleo en el pecho.
 
Y eso no le gustó.
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Si por ella fuera se hubiera quedado recostada leyendo el nuevo ejemplar de un autor nuevo y anónimo que consiguió en un mercado donde todas las cosas son de dudosa e ilegal procedencia, pero era la única zona donde puede comprar ese tipo de lecturas sin que sea señalada por una mano santa. Porque apuesta que en ese lugar no tienen ni santas o castas las orejas. Hasta hace poco ella aprovechaba salir para ir, pero ahora temía que tendría que recurrir a la amable Sharon para que recoja sus ejemplares, a menos que quiera arriesgarse a ser señalada no solo por casarse con el puritano, sino por tener que recurrir a lectura para satisfacer sus necesidades conyugales.

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⏰ Última actualización: Nov 02, 2022 ⏰

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