Capítulo 17

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Solo cuando pasaron por unos minutos, los miembros de la mesa se cansaron de ver la mirada perdida de Oliver en un punto invisible en la pared. Las manecillas se movieron a paso de tortuga sobre la repisa de la oficina. Había estado decidido a descubrir cuál era la química entre Ariadna y él con la excusa de que, al saberlo, podría concentrarse mejor. Ahora, estando al tanto, no podía dejar de pensar en el lío que se había metido.

Luca lo pateó, y el sobresalto del despertar de Oliver se contagió a él.

-¿Fue tu gato de nuevo? -Preguntó cuando los uniformados los miraron por el patético espectáculo que daban.

-Me disculpo.

Oliver carraspeó, amontonando las hojas sobre la mesa y leyó la estructura de la reunión por quinta vez. Se rascó el cuello pidiendo ayuda con la mirada a su amigo que también había estado perdido observándolo y tratando de deducir qué demonios le pasaba.

Así eran los amigos, cuanto más los necesitabas...

¿Hacía cuánto habían comenzado?

Se golpeó la frente. Debió aceptar la pastilla para la memoria que le había recomendado Ariadna, esa que ella tomaba para no olvidar de qué iba su historia y no tener que leer cientos de veces el orden antes de escribir.

Luca codeó a su compañero y le preguntó cuál era la orden del día. Obtenida la respuesta, socorrió a Oliver.

-¿Te pasa algo? -Inquirió uno de los jefes, el encargado de las armas.

-No, Señor -respondió con respeto, ya que él era el más viejo entre ellos.

-Si tienes problemas en casa, será mejor que los resuelvas.

-No he dormido bien -se excusó Oliver con ganas de enfocarse en el tema principal.

-¿Tiene que ver con el Señor Timmermann?

Ah, ¿tenía que tocar esa sensible fibra?

La mandíbula de Oliver se tensó cuando apretó los dientes, reteniendo sus ganas de insultarlo. Como había explicado con anterioridad a su hermano, gran parte de los guardias sabían de su pacto con Aiden y no era sorpresa que muchos buscaran su punto débil para echarlo.

Otra razón más por la que tenía miedo de aceptar a Ariadna. Muchos enemigos que no dudarían en aplastarlo.

-El Señor Timmermann no me ha dado aviso, ¿pasó por aquí sin que me dé cuenta? -Respondió, recordándoles quién tenía mayor autoridad.

El hombre se acomodó contra la silla, deseando despistarlo y que cometiera un error.

-Es innecesario que actúes como un perro rabioso cuando se menciona el nombre del amo.

¡Respira! ¡Respira! Está jugando contigo.

Oliver estrechó las manos contra el reposabrazos.

-Si no tienes nada mejor que decir, volvamos a...

-Me enteré que la mujer que sueles traer aquí es su cuñada. -Lo cortó, quitándole las palabras de la boca.

-Lo es.

Una ola de murmullos se levantó en cada asiento, preocupándolo más.

-Eso despertó mi curiosidad y me pregunté, ¿por qué la traerías a un lugar tan asqueroso como este? Decidí consultarlo con su esposo.

Una lamida fría recorrió las extremidades de Oliver.

Dijo que había hablado con Daniel, no con Aiden... era igual de peligroso.

La última esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora