Capítulo 27

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La entrada le había parecido demasiado grande, el pasillo demasiado largo y la silla demasiado pequeña. Cuando cruzó entre las personas, cuyos ojos se habían centrado únicamente en ella, debió pisar con cuidado para no caer. Tenía escalofríos.

Cuando llegó frente al libro que debía leer en voz alta, se atajó las piernas para que dejasen de temblar. Parecía una estatua en medio de un terremoto. Hasta las letras se encimaban, impidiéndole entender una palabra.

-Por favor, proceda a la lectura -instó el juez.

-Ah...

Ariadna aclaró su garganta, sus dedos apretándose contra la hoja.

El abogado de Daniel la miraba con hielo en los ojos, como si pudiera congelarla allí y partirla de un martillazo.

Levantó una mano al aire.

-Juro... juro solemnemente... decir la verdad y nada más que la verdad y aceptaré el castigo de acuerdo con el perjurio de haber alguna falsedad.

Cerró el libro y se sentó cuando las piernas le fallaron. Buscó entre la audiencia a alguien que no podría localizar, aunque quisiese.

Cuando Oliver la abrazaba, fortaleciéndola con gentiles palabras, vinieron hasta él dos uniformados pidiendo que los acompañaran. Él había asentido, despidiéndose de ella con un beso en la frente, diciéndole que todo iría bien y que no se preocupara. Volverían a verse pronto.

Ariadna secó sus palmas contra la tela del pantalón. Daniel estaría tras la puerta. ¿Y si escuchaba todo?

No distinguió una sola palabra de lo que el juez decía mientras presentaba el caso, respirando para serenarse.

-Abogada de la víctima, proceda a las preguntas.

Una mujer madura, en sus cuarenta, con el pelo robustamente recogido, y unos tacones que hacían resonar las paredes, se acercó a ella. A pesar de su aspecto severo, no parecía mala.

-"Fueron mis peores dos años en los cuales quise morir si es que eso me liberaba del sufrimiento" -leyó en voz alta Clarisse, sus tacones haciendo eco en la corte-. ¿Podría explicarnos el significado de esta oración?

Ariadna bajó la vista. Su dedo desnudo le recordaba que la argolla que usaba para calmar sus nervios no estaba, y que la persona que la estabilizaba tampoco. Nuevamente buscó a Oliver, rogando que estuviese entre la audiencia. Jaime levantó los brazos, animándola.

-Señora Timmermann.

Hacía mucho que nadie la llamaba por su nombre de casada.

Comenzó a rascar su uña.

-Daniel Timmermann... mi esposo, abusó de mí. -Apretó los dientes cuando su uña se clavó en su piel por accidente-. Desde nuestra primera noche, él abusó físicamente de mí.

La fiscal, al notar que no añadiría nada más por los nervios, añadió:

-Su esposo no está presente, tenga la libertad de expresarse. Por favor, continúe.

-Mis padres me obligaron a casarme, de ese modo obtendrían una parte del financiamiento de la empresa de mi esposo para cubrir una deuda del Blue Moon Hotel, la cadena de hoteles de mi familia.

Una ola de admiración se levantó entre los oyentes. Luca asintió, triste, como si pudiese comprender lo que la mujer estaba sufriendo. Jaime se preguntó si él tendría una historia similar.

-En un principio creí que podría divorciarme de él sin problemas, pero en la noche de bodas, Daniel comenzó a golpearme por decirle que estaba cansada. Después de que me hubiese lastimado... procedió a violarme -dijo, atragantándose con las lágrimas-. Terminé hospitalizada.

La última esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora