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Castillo de Chapultepec
Ciudad de México
2001

El sol se encontraba en su punto más alto y el cielo estaba despejado; las personas salían a correr y a disfrutar del hermoso día soleado

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El sol se encontraba en su punto más alto y el cielo estaba despejado; las personas salían a correr y a disfrutar del hermoso día soleado.

Dentro del castillo, todo era un caos.

Los nervios de la multitud de personas dentro de la habitación estaban a flor de piel; incluido él mismo emperador.

Era la tercera vez que la Emperatriz daba a luz dentro del Castillo pero, de todos sus embarazos, este estaba siendo el más complicado.

Las mucamas entraban y salían del lugar constantemente, trayendo toallas limpias y ayudando en lo que se les ordenara.

— Majestad — la voz de una de las enfermeras interrumpió los pensamientos del monarca. — El bebé viene cruzado — el temblor en su voz delataba el nerviosismo de la joven ayudante, quien con preocupación evitaba mirar directamente al emperador.

El monarca se quedó congelado en su sitio, a un lado de la cama donde descansaba su esposa; sin emitir un sonido. Al estar sujetando la mano de la emperatriz en todo momento, pudo sentir como el agarre de su esposa se volvía cada vez más débil.

— Doña Catalina — Después de unos segundos el emperador llamó a la partera, separándose del lado de su esposa — Si el parto se sigue complicando nos iremos al hospital de inmediato. — La frialdad poco característica del hombre provocó miradas nerviosas entre los presentes.

Pese a la evidente tensión en el salón, la partera se encontraba calmada, pensando en la advertencia que su monarca le acababa de dar. Sin decir nada más, la mujer mayor se limpió sus manos ensangrentadas en su ropa, ahora no tan blanca, mientras se aproximaba a la cama de la débil mujer.

La partera posicionó sus manos en el vientre de la emperatriz, dejando un leve rastro de sangre por toda la barriga de la mujer, mientras la joven emperatriz se quejaba del dolor.

Antes de empezar la mujer mayor miro a ambos monarcas, esperando que le dejaran hacer su trabajo. La mujer, débil y cansada, fue la primera en asentir, dejando escapar un "Si" que, de no ser por el silencio abismal, seguramente Catalina no habría sido capaz de escucharlo.

Enseguida María reconoció lo que la partera quería hacer; acomodar al bebé.

Viendo toda la situación, la Emperatriz emérita salió silenciosamente del cuarto, decidida a buscar a buscar a sus bisnietos para que presenciaran la llegada de su nuevo hermano.

👑

El clima fresco y el cielo despejado eran una excusa perfecta para sacar a los tres pequeños hijos de los monarcas a jugar un rato. Las órdenes habían sido claras: mantener a los infantes alejados del caos que había en el castillo.

Corona De Espinas: La HerederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora