II

13 6 0
                                    

Capilla privada del castillo de Chapultepec
CDMX
2021

Padre nuestro

— ¡Carlota! — escuché el sonido de una voz chillona llamándome a lo lejos. No hizo falta abrir mis ojos para saber de quién se trataba, seguramente se le escapó a Grace, fue lo primero que pensé.

Decidida a ignorarlo continué con el rezo.

Que estás en el Cielo

— ¡Carlota!

Santificado

— ¡Carlota!

Santificado

— ¡Carlota!

Santificado

— ¡Carlota! — las puertas de madera crujieron al ser azotadas por mi hermano menor cuando, eufórico, las abrió de par en par.

Dí un salto desde mi reclinatorio, a punto de gritar del susto. Enseguida llevé mi mano a mi pecho, en un inútil intento de controlar los desbocados latidos de mi corazón.

— ¡Shh! — Le dije molesta, volteando para verle parado en la entrada de la capilla. Desde mi lugar noté como mi hermano batallaba por quitarse la bufanda roja que, seguramente, mi madre le había obligado a usar.

Sin muchos ánimos de ver a Nicolás perder aquella pelea, me levanté del reclinatorio y caminé en su dirección para ayudarle a desenredar la tela en su cuello y acomodarlo correctamente.

Una vez ganada la batalla, Nicolás tardó unos segundos en hablar, muy agitado como para emitir una sola palabra.

— No me vuelvas a asustar así Nico. — lo regañé antes de que pudiera excusarse — te dije que no puedes gritar en la capilla ni puedes llegar haciendo todo ese alboroto. Ten un poco de respeto.

Nicolás sonrió apenado. — lo siento pero tenia que hacerlo. Se trata de algo sumamente importante - dijo lo último con un lamentable intento de acento español  — y tal vez, si dejaras de escabullirte por ahí no estaríamos como locos buscándote por todo el castillo — añadió con una tono recriminatorio.

— Tal vez dejaría de escabullirme por ahí si el castillo fuera un lugar menos ruidoso. — contraataqué mientras observo como baja su mirada, tratando de ocultar una sonrisa burlona.

— ¿Qué dices? — dijo fingiendo sentirse ofendido — si parece que las paredes se tragan el ruido. Lo único que se escucha son los golpes que da mamá con el tacón de su zapato.

Le di una mirada recriminatoria que no pude sostener por mucho tiempo. Bajé la vista cuando una sonrisa burlona se me dibujó en el rostro. — Desde que los gemelos y tu nacieron no han hecho otra cosa más que ruido. — Nicolás rodó los ojos ante mi exagerado tono recriminatorio — Recuerdo que ni el llanto de Ana y Vivi combinados llegaron a igualar los gritos que pegaste cuando naciste. - conté divertida.

— No es cierto — respondió dubitativo — ¿Te acuerdas cuando nací? — su semblante había cambiado, realmente interesado en la historia.

Enlacé nuestros brazos, guiándolo a la salida de la capilla. — Claro. Acababa de cumplir doce cuando naciste. — recordé con una sonrisa — pasamos las vacaciones cuidándote antes de volver a la escuela. — no pude evitar sonar nostálgica.

Corona De Espinas: La HerederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora