18. CAFÉ

453 66 51
                                    

Flug bebía 12 tazas de café al día.

No era algo de que estar orgulloso, era algo necesario para las exigencias de no dormir mucho, además, a él le encanta el café. Bebe tres al despertar, dos a medio día, una antes de la comida y el resto entre la madrugada. Puede tomarlo con leche, crema, canela y otros ingredientes, pero su favorito es el simple, cargado y sin azúcar.

Siempre se dice a si mismo que debería dejar de beber tanto, pero ya tenía una seria dependencia a él. Eso fue hasta que un día sus reservas se acabaron.

Buscó por todos lados y no encontró ningún grano de café siquiera, así que mandó a 505 y a Demencia a ir de compras. Ambos se fueron y tras muchas horas de espera Flug comenzó a temblar de hiperactividad.

—¿Por qué tardan tanto? Solo es ir al super mercado que está a unas cuadras —se dijo a sí mismo al tratar de controlar el temblor de sus manos. La desesperación lo estaba colmando y justo cuando estaba a punto de salir a alcanzarlos Black Hat lo llamó a su oficina, de inmediato.

Flug fue corriendo, pero se le veía mal, mucho peor que de costumbre. Además no dejaba de golpear el suelo con la punta de su pie. Eso desesperó a Black Hat.

—¿Qué pasa contigo? —exigió saber.

—Eh... No, na-nada. Solo tengo un poco de ansiedad.

—¿Un poco? Te ves paranoico. Sé que sufres de ansiedad, Flug, pero estás peor que nunca.

—Se me pasará, so-solo necesito café... Aunque sea una taza, verá, se me ha terminado y la loca de Demencia no llega. Solo tomaré un litro rápido y quedaré como nuevo.

Black Hat hizo una mueca de descontento.

—Tu dependencia a la cafeína te hará errar en tu trabajo. Solo duerme lo suficiente.

—¡No! No hace falta, tengo mucho trabajo pendiente y necesito acabarlo lo más pronto posible. Ya tendré tiempo después.

—Bien —habló Black Hat con firmeza—. Entonces te prohíbo el café a partir de ahora. No tomarás más que una taza al día... y será conmigo, de noche.

—Pero, jefecito chulo... —trató de hablar Flug, pero no pudo decir nada más.

—¡Silencio! Ahora largo. Te veré ésta noche en el lobby, y más te vale estar a tiempo o jamás en tu vida volverás a tomar una gota de café.

El científico obedeció. En la noche fue a donde acordaron. Allí estaba Black Hat, frente a él una fina y pequeña taza de café.

Flug fue y se sentó sin quitarle los ojos a la tacita.

—¿Qué esperas? Bebe —dijo Black Hat.

Flug asintió, tomó la taza y bebió todo su contenido de una vez, embozó un suspiro de felicidad y sonrió. Era el café más rico que había tomado jamás. Le había hecho sentir un cosquilleo en sus papilas gustativas, tenía la temperatura perfecta y el olor era tan seductor. Guardaría el sabor hasta el día siguiente.

Black Hat lo miró deleitarse con el café y se sintió satisfecho.

—Veo que te gustó, aunque, es una lástima que tengas que esperar hasta mañana para tomar otra taza, tal vez podrías tomarla más despacio.

Flug asintió admitiendo que sería una buena idea.

—Lo haré, gracias, ha sido lo más rico que he bebido. Tal vez tomar de a una me ayude con mi adicción al café... Me sorprende que me ofrezcas esto... ¿No tenía veneno o algo por el estilo, verdad?

Black Hat sonrió pícaramente.

—Eso quisiera, a veces me dan ganas de matarte por lo increíblemente tonto que puedes ser, pero hago esto por tu bien, mi querido doctor.

Flug se levantó y fue a él para darle un beso. Después de hacerlo le dijo con ternura:

—Hagamos un trato, tú me das una taza de café y yo un beso.

Black Hat quedó sorprendido y ruborizado. Flug sabía jugar sucio, quizá el científico era adicto al café, pero él a sus besos y era más probable que él fuera quien no podría esperar 24 horas por más.

OCTUBRE DE PAPERHAT 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora