29. MUERTE

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La muerte es extraña, divaga y mira el mundo, hace viajes y se divierte, a veces se pierde, otras sonríe. Va por el mundo recogiendo las almas, es un trabajo singular, alguien tiene que hacerlo al final de cuentas.

Aunque, en este mundo hay algunas criaturas que nunca la verán cara a cara. Han vivido y lo harán hasta el final de los tiempos. A veces se han visto, a lo lejos cuando ella se lleva a los que aman.

Eso ya le ha pasado a Black Hat, él le teme a la muerte. A veces cuando mira a Flug piensa en ello, él es humano y frágil. Corre riesgo cada vez que se enfrenta a los héroes por eso tiene especial cuidado en protegerlo.

Lo ha resguardado desde el primer momento que lo amó, pero teme que un día ella, la muerte llegue sin avisar.

Desafortunadamente ese día llegó, pero fue su culpa, había sido descuidado.FLug 

Comenzó como un día cualquiera. Flug terminó sus deberes y adelantó trabajos, por la tarde compartió tiempo con su osito adorable, hubo riñas con su compañera, pero al final todo era normal. Su jefe (y amante) solicitó la presencia del equipo por una llamada de emergencia, algún villano tenia problemas y ellos debían actuar en su nombre. 

El equipo se preparó y fue en marcha. Black Hat no supo más de ellos, no hasta ser demasiado tarde. 

Estaba sumergido en sus asuntos, en lo mismo de siempre hasta que lo escuchó. Flug acababa de hacer la típica llamada de auxilio que consistía solamente decir su nombre, pero esta vez había algo raro, la voz era apagada y remota. 

Black  Hat no dudó ni un instante en acudir a su llamado y cuando llegó quedó completamente en shock. Flug estaba contra una pared, tenía tantas heridas que no podía adivinar cuál de ellas lo estaba desangrando. 

—Je-jefecito —dijo Flug, su voz era un susurró, sus pulmones se esforzaban para forcejear la palabra, aun así pudo sonreír.  

Black Hat corrió a su lado y se arrodilló frente a él. Lo divisó apresuradamente, ni siquiera pudo tocarlo pues tenía tanto miedo de lastimarlo más. 

Flug lo seguía con la mirada, sonreía como si ahora todo estuviera bien, luego cerró los ojos y su cabeza cayó de lado. Black Hat gritó su nombre, no lo dijo, pero rogaba que siguiera luchando, pedía que no se rindiera. Él no sabía qué había pasado exactamente, pero no tuvo que cuestionarse mucho porque descubrió que Flug sostenía un antifaz, uno de color amarillo. Lo reconoció de inmediato, era el antifaz de Goldenheart.

—Flug... despierta —dijo al fin, su voz estaba llena de pánico, su corazón se llenó de miedo cuando la presenció, estaba detrás de él y sabía muy bien que miraba a Flug.  

—Es la hora —dijo la muerte, esperaba que Black Hat se quitara del camino y la dejara hacer su trabajo.

Black Hat no supo qué hacer así que abrazó el cuerpo de Flug, no lo soltaría, no iba a permitir que lo tocara. 

—No lo entiendo —dijo la muerte—. Tú me arrebatas las almas, has estado en lucha contra mí desde el principio, te mofas con descaro, pero cuando se trata de alguien a quien amas ruegas. Hipócrita. 

Hubo un largo silencio. Black Hat no dejaba de abrazarlo. 

—Él es alguien especial, no te lo llevarás, pide lo que quieras, hagamos un trato si es necesario. 

La muerte negó, Black Hat no podía ofrecerle nada a ella, es más, él le debía. 

—El humano deberá morir ahora. No hay más. 

Pero él no lo aceptaría. Ahora el miedo lo invadía, se preguntaba por qué no se dio cuenta antes, por qué Flug no lo llamó cuando todo salió mal, por qué esperó. Pero no podía culparlo, era su deber protegerlo, él fue quien falló.

—Dame tiempo —pidió Black Hat—. Es verdad que te debo y estoy dispuesto a regresarte las almas que te he quitado. Te devolveré un alma por día. 

La muerte lo meditó, eso era tentador. Luego se apartó. 

—Está bien. Le daré un día por alma. pero será limitado. Tres mil días serán y luego vendrá conmigo. 

Black Hat cerró los ojos con alivio, no soltó el cuerpo de Flug y no se dio cuenta cuando ella se marchó. El pequeño humano que sujetaba con fuerzas se despertó y tosió aunque no pudo decir nada. 

Black Hat sonrió de felicidad, tenía una segunda oportunidad y debía aprovecharlo, tres mil días no era mucho, pero al menos era tiempo suficiente para compartir con él. Ya vería después como la engañaría. Tenía 8 años para pensarlo, y esos mismos ocho años para seguir amándolo, esta vez no sería descuidado.   

OCTUBRE DE PAPERHAT 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora