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Jungwon llegó a su casa y se puso a limpiar luego de despedir a la niñera, que en realidad era una vecina soltera de sesenta años. En lo que la cena se cocinaba, retiró a sus hermanitos del instituto y realizó sus tareas de la facultad. No toda, pero terminó lo antes posible para poder ayudar a sus hermanos con las suyas. Ni siquiera preguntó donde podría estar su madre porque ella se desaparecía de vez en cuando y volvía en un par de días. No tuvo tiempo de preocuparse por ello. 

—WonWoo— escuchó desde la ducha. Era su hermanito Félix, llorando en su cuna. Seguramente tenía hambre.

—¡Félix , ya voy!— canturreó en voz alta para no preocupar al bebé. Era el menor de todos.

Jungwon era el mayor, después le seguían los mellizos B y K con doce, Jeongin de diez, Danielle de ocho, Hanni siete y Félix de un año y medio. Todos eran pequeños y todos dependían de Jungwon.

Con ese pensamiento terminó de ducharse, secó rápidamente su cuerpo y cepilló sus dientes. Su placard estaba prácticamente vacío, así que antes de la ducha agarró su pijama gastado, unos bóxers viejos y se los llevó al baño para vestirse. Descalzo corrió a la habitación donde dormían sus hermanas Hanni, Danielle, Félix y él. Al llegar tomó en brazos al bebé que lloraba a moco tendido.

—Pequeño, aquí estoy— murmuró dando palmitas en la espalda del niño, hablándole con aquella voz tan dulce y calmante —Ya estoy aquí, no llores.

Félix sorbió su nariz y posó la palma sobre la mejilla de su hermano para darle un besito baboso. Jungwon rió y besó sus manitas regordetas.

—Vamos a ver la comida ¿Okey? 

Con el bebé en brazos, terminó la cena justo en el momento en que la manada de hermanos llegó a la casa. Como era de esperarse, voces sonaban al mismo tiempo con personalidades y palabras diferentes. Ellos ya tenían una rutina, pese al estilo de vida, ya estaban acostumbrados y buscaban la forma de hacerlo lo más ameno posible.

—A que no sabes quién aprobó matemáticas con un seis— dijo en voz alta Kai, mirando divertido a su melliza que rodaba los ojos —¡Yo! ¡Fui yo, Huening Kai!

—¡Pero yo lo hice con un diez!— chilló su versión femenina.

—¡Pero yo aprobé! dijiste que no lo haría. Y el día que lo haga dormirías en el sillón, ¡Ja!— acusó el menor —Ahora la cama será solo mía.

Bahyyih empezó a gritar y Jungwon intervino.

—Kai, nadie dormirá en el sillón. Es imposible que alguien duerma ahí y amanezca completo la mañana siguiente. Así que no quiero escuchar más sobre el tema.

Jeongin comenzó a reír porque sus hermanos fueron regañados y él también se llevó una reprimenda.

—No te burles, sino no habrá postre.

—¡¿Hay postre?!— exclamaron al unísono las hermanas Danielle y Hanni, de forma escandalosa que hasta félix se sorprendió y empezó a reír sin entender.

Jungwon sonrió orgulloso de haber trabajado toda la semana. Ver a sus hermanos felices lo valía completamente.

—Sí. Hay galletas y helados. No son muchas gallegas, pero sí nos alcanzan para comerlas esta noche— propuso sonriente.

Los niños chillaron felices y corrieron a abrazarlo.

10/10 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora