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El primer pensamiento que atraviesa mi cerebro al abrir mis ojos es: "Sara, mi mujer, está loca".

Está loca en serio. Necesita medicamentos, ir al psiquiatra una vez al mes y practicar el mindfulness de vez en cuando.

Esquizofrenia paranoide, dicen. Aunque a veces está más cuerda que yo.

Miro a su lado de la cama y está vacío. Entonces, recuerdo que por la noche me dijo que en la mañana debía ir a casa de sus padres.

Me quedo viendo el lugar que ocupa cada noche. Sintiendo el calor, las manos, la saliva en la almohada. Deseando que fueran de ella.

Suspiro, sintiendo como de a poco la erección comienza a formarse debajo de mi bóxer. Palpitante. Haciéndose notar como una llamada de atención clara: "Estás pensando de nuevo en Alelí".

¿Verdad que su nombre evoca alegría? Como una bocanada de aire luego de pasar por la asfixia.

Alelí. Con su tez blanca y su cabello negro. Su andar fugaz y pequeño.

Pienso en ella riendo ante mis chistes, con sus dientes un poco torcidos y amarillos por el café y los cigarros.

En ella a punto de darme un beso que no pasó.

Es curioso como lo que nunca ocurrió es lo que más te enciende. Pero, justo ahora, solo en el apartamento, pienso en qué hubiera pasado si aquel martes se hubiera consumado.

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Trastorno Neurodegenerativo MayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora