II

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Les cuento.

Los tres estudiábamos en la misma facultad. Ella letras, yo educación. La conocí mientras ignoraba a Sara, mi mujer. Eran amigas.

Pero, Sara era muy tímida y Alelí la ayudaba.

—Ángel, ¿Ya viste que Sara trae puestos unos jeans de corte alto? —Alelí se paró a mi lado con su metro cincuenta de altura, viendo de lejos a la mujer alta y flacucha moverse hacia nosotros entre la multitud.

—No me interesa la ropa de una mujer —saqué de mis bermudas el cigarro y encendedor.

Cuando lo iba a poner en mi boca ella me lo quitó. Su toque en mis manos fue rápido, pero cálido.

Me estremecí. Dijo algo, pero el bullicio de la gente no me dejó oír. Solo pude ver hipnotizado cómo sacaba su encendedor de los pantalones de cuerina negros. Cuando iba a moverme, Sara apareció sonriente ante nosotros.

Pero, esa última parte es la que recorto. La que intento ignorar. Me quedo solo con el momento en el que rozó sus dedos con los míos, y la electricidad me recorre.

Me quedo tirado en la cama, con los brazos y piernas abiertos pensando en lo amargas que son las pajas tristes. En que no debo dármela.

Trastorno Neurodegenerativo MayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora