Capítulo 13

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Altagracia pasó la noche dando vueltas en la cama, recordando cada segundo de aquel día con Luis

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Altagracia pasó la noche dando vueltas en la cama, recordando cada segundo de aquel día con Luis. Podría haberse quedado toda la noche y él sabía que podía hacerlo, pero no lo había hecho. ¿Por qué? 

Había querido acostarse con ella, de eso estaba segura porque había sentido la dureza de su erección cuando la abrazaba. Y, sin embargo, se había ido. 

Y sólo se le ocurría una razón. 

El «experimento» no incluía el sexo como uno de los parámetros. Como ella había dicho más de una vez, no había nada que demostrar en ese campo. Sexualmente eran compatibles, incluso explosivos. 

O tal vez José Luis respondía de ese modo ante cualquier mujer razonablemente guapa. 

En cuanto a su propia reacción, debía ser la que José Luis encontraba con todas las mujeres. Le había dado a entender que lo que había entre ellos era especial, pero los hombres decían cosas como ésa para llevarse a una mujer a la cama. Ahora, como también había dejado claro, las cosas ya no eran tan sencillas porque Alex lo complicaba todo. Ahora, un revolcón no era lo que interesaba a Navarrete para su «experimento». 

Cuando los primeros rayos del sol empezaron a colarse por la ventana, su angustia había llegado a un punto culminante. 

Y tomó una decisión: lo llamaría por teléfono para decirle que podían seguir adelante con su experimento. Si quería seguir viendo a Alex, no había ningún problema por su parte. Llegarían a un acuerdo y, si todo iba bien y demostraba ser una influencia positiva para su hijo, discutirían que Alex fuera hijo suyo legalmente. 

Pero no quería estar incluida en el experimento. No tenía la menor duda de que la parte que los concernía a ellos sería un fracaso o expiraría gradualmente. Y ella no se metía en asuntos que sabía iban a fracasar, por grande que fuese la tentación. 

A las ocho de la mañana lo llamó por teléfono y su corazón se lanzó al galope al escuchar el familiar tono… al otro lado de la puerta. 

Luis. En la puerta de su apartamento. Había vuelto. 

–Buenos días, Altagracia –lo oyó decir, a través del teléfono y a unos metros de ella. –Espero que hayas dormido mejor que yo. 

–Si no has pegado ojo en toda la noche, estamos en paz. 

Él rió, una risa ronca y masculina que pareció vibrar por todo su cuerpo. 

–¿Y vas a castigarme dejándome en la puerta? 

De modo que sabía que ella había descubierto que estaba al otro lado. No le preguntaría por qué, no se molestaría en fingir. 

–Si crees que mereces un castigo, evidentemente crees que tú eres la razón por la que he pasado tan mala noche. 

–No, pero sé que tú eres la razón por la que yo he pasado tan mala noche – contestó él, con una voz tan ronca y tan varonil como para que cualquier mujer sufriera un cortocircuito mental. –Y no me importaría nada que me castigaras. De hecho, la idea me parece muy apetecible, pero sólo si lo haces en persona. Abre la puerta y échame una bronca, kala mou. 

𝐴𝑚𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑃𝑟𝑜ℎ𝑖𝑏𝑖𝑑𝑜... |+18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora