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Harry, Hermione y Ron se encontraban impactados,el profesor Lupin era el padre de su amiga/prima y no tuvo la desencia de decirle,volvieron a prestar a atención a lo que hablaban

—Pero no consiguió huir, ¿verdad? El Ministerio de Magia lo
atrapó al día siguiente.
—¡Ah, si lo hubiéramos encontrado nosotros…! —dijo Fudge con amargura—. No fuimos nosotros, fue el pequeño Peter Pettigrew: otro de los amigos de Potter. Enloquecido de dolor, sin duda, y sabiendo que Black era el guardián secreto de los Black, él mismo lo persiguió.
—¿Pettigrew…? ¿Aquel gordito que lo seguía a todas partes? — preguntó la señora Rosmerta.
—Adoraba a Black y a Potter. Eran sus héroes —dijo la profesora McGonagall—. No era tan inteligente como ellos y a menudo yo era brusca con él. Podéis imaginaros cómo me pesa ahora… —Su voz sonaba como si tuviera un resfriado repentino.
—Venga, venga, Minerva —le dijo Fudge amablemente—. Pettigrew murió como un héroe. Los testigos oculares (muggles, por supuesto, tuvimos que borrarles la memoria…) nos contaron que Pettigrew había arrinconado a Black. Dicen que sollozaba: «¡A Lily y a James, Sirius! ¿Cómo pudiste…?» Y entonces sacó la varita. Aunque, claro, Black fue más rápido. Hizo polvo a Pettigrew.
La profesora McGonagall se sonó la nariz y dijo con voz llorosa:
—¡Qué chico más alocado, qué bobo! Siempre fue muy malo en
los duelos. Tenía que habérselo dejado al Ministerio…
—Os digo que si yo hubiera encontrado a Black antes que
Pettigrew, no habría perdido el tiempo con varitas… Lo habría
descuartizado, miembro por miembro —gruñó Hagrid.
—No sabes lo que dices, Hagrid —dijo Fudge con brusquedad
—. Nadie salvo los muy preparados Magos de Choque del Grupo de Operaciones Mágicas Especiales habría tenido una oportunidad contra Black, después de haberlo acorralado. En aquel entonces yo era el subsecretario del Departamento de Catástrofes en el Mundo de la Magia, y fui uno de los primeros en personarse en el lugar de los hechos cuando Black mató a toda aquella gente. Nunca, nunca lo olvidaré. Todavía a veces sueño con ello. Un cráter en el centro de la calle, tan profundo que había reventado las alcantarillas. Había cadáveres por todas partes. Muggles gritando. Y Black allí, riéndose,
con los restos de Pettigrew delante… Una túnica manchada de sangre y unos… unos trozos de su cuerpo.
La voz de Fudge se detuvo de repente. Cinco narices se sonaron.
—Bueno, ahí lo tienes, Rosmerta —dijo Fudge con la voz tomada—. A Black se lo llevaron veinte miembros del Grupo de Operaciones Mágicas Especiales, y Pettigrew fue investido Caballero de primera clase de la Orden de Merlín, que creo que fue de algún consuelo para su pobre madre. Black ha estado desde entonces en Azkaban.
La señora Rosmerta dio un largo suspiro.
—¿Es cierto que está loco, señor ministro?
—Me gustaría poder asegurar que lo estaba —dijo Fudge—. Ciertamente creo que la derrota de su amo lo trastornó durante algún tiempo. El asesinato de Pettigrew y de todos aquellos muggles fue la acción de un hombre acorralado y desesperado: cruel, inútil, sin sentido. Sin embargo, en mi última inspección de Azkaban pude ver a Black. La mayoría de los presos que hay allí hablan en la oscuridad consigo mismos. Han perdido el juicio… Pero me quedé sorprendido de lo normal que parecía Black. Estuvo hablando conmigo con total sensatez. Fue desconcertante. Me dio la impresión
de que se aburría. Me preguntó si había acabado de leer el periódico.
Tan sereno como os podáis imaginar, me dijo que echaba de menos los crucigramas. Sí, me quedé estupefacto al comprobar el escaso efecto que los dementores parecían tener sobre él. Y él era uno de los que estaban más vigilados en Azkaban, ¿sabéis? Tenía dementores ante la puerta día y noche.
—Pero ¿qué pretende al fugarse? —preguntó la señora Rosmerta
—. ¡Dios mío, señor ministro! No intentará reunirse con Quien- usted-sabe, ¿verdad?
—Me atrevería a afirmar que es su… su… objetivo final — respondió Fudge evasivamente—. Pero esperamos atraparlo antes.
Tengo que decir que Quien-tú-sabes, solo y sin amigos, es una cosa… pero con su más devoto seguidor, me estremezco al pensar lo poco que tardará en volver a alzarse…
Hubo un sonido hueco, como cuando el vidrio golpea la madera. Alguien había dejado su vaso.
—Si tiene que cenar con el director, Cornelius, lo mejor será que nos vayamos acercando al castillo.

Parte 2,un poco corta

Besos en Guerra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora