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Harry -susurro Nea,luego de lo sucedido se dirigió afuera sentándose en una roca gran roca que se encontraba cerca

Nea?-pregunto el muchacho

Harry - sonrió débilmente
Nea- repitió este también sonriendo aunque no se puedan ver, ambos sabían que estaban sonriendo - Que pasó Nea?

La princesa le contó todo lo ocurrido a su primo omitiendo la pregunta que le hizo Edmund,pero ahora a él le tocaba decir algo importante

-Y que fechas son por haya?- habla animadamente la muchacha,sin saber que tenía compañía

-Ayer fue pascuas-Tomo un respiro -Nea

-Si Jaime?-

-Tengo que decirte algo importante,y no me interrumpas hasta que termine - amj dijo la muchacha para que siguiera

*Día de pascuas*
Harry, Hermione y Ron se encontraban en las tres escobas (el Jaime ilegalmente)
—¡Felices Pascuas! —dijo levantando la jarra, muy contento.
Harry bebió hasta el fondo. Era lo más delicioso que había probado en la vida, y reconfortaba cada célula del cuerpo.
Una repentina corriente de aire lo despeinó. Se había vuelto a abrir la puerta de Las Tres Escobas. Harry echó un vistazo por encima de la jarra y casi se atragantó. El profesor Flitwick y la profesora McGonagall acababan de entrar en el bar con una ráfaga de copos de nieve. Los seguía Hagrid muy de cerca, inmerso en una conversación con un hombre corpulento que llevaba un sombrero hongo de color verde lima y una capa de rayas finas: era Cornelius Fudge, el ministro de Magia. En menos de un segundo, Ron y Hermione obligaron a Harry a
agacharse y esconderse debajo de la mesa, empujándolo con las
manos. Chorreando cerveza de mantequilla y en cuclillas,
empuñando con fuerza la jarra vacía, Harry observó los pies de los
tres adultos, que se acercaban a la barra, se detenían, se daban la
vuelta y avanzaban hacia donde él estaba.
Hermione susurró:
—¡Mobiliarbo!
El árbol de Navidad que había al lado de la mesa se elevó unos centímetros, se corrió hacia un lado y, suavemente, se volvió a posar delante de ellos, ocultándolos. Mirando a través de las ramas más bajas y densas, Harry vio las patas de cuatro sillas que se separaban de la mesa de al lado, y oyó a los profesores y al ministro resoplar y suspirar mientras se sentaban.
Luego vio otro par de pies con zapatos de tacón alto y de color turquesa brillante, y oyó una voz femenina:
—Una tacita de alhelí…
—Para mí —indicó la voz de la profesora McGonagall.
—Dos litros de hidromiel caliente con especias…
—Gracias, Rosmerta —dijo Hagrid.
—Un jarabe de cereza y gaseosa con hielo y sombrilla.
—¡Mmm! —dijo el profesor Flitwick, relamiéndose.
—El ron de grosella tiene que ser para usted, señor ministro.
—Gracias, Rosmerta, querida —dijo la voz de Fudge—. Estoy encantado de volver a verte. Tómate tú otro, ¿quieres? Ven y únete a nosotros…
—Muchas gracias, señor ministro.
Harry vio alejarse y regresar los llamativos tacones. Sentía los latidos del corazón en la garganta. ¿Cómo no se le había ocurrido que también para los profesores era el último fin de semana del trimestre? ¿Cuánto tiempo se quedarían allí sentados? Necesitaba tiempo para volver a entrar en Honeydukes ahurtadillas si quería volver al colegio aquella noche… A la pierna de Hermione le dio un tic.
—¿Qué le trae por estos pagos, señor ministro? —dijo la voz de la señora Rosmerta.
Harry vio girarse la parte inferior del grueso cuerpo de Fudge, como si estuviera comprobando que no había nadie cerca. Luego
dijo en voz baja:
—¿Qué va a ser, querida? Sirius Black. Me imagino que sabes lo
que ocurrió en el colegio en Halloween.
—Sí, oí un rumor —admitió la señora Rosmerta.
—¿Se lo contaste a todo el bar, Hagrid? —dijo la profesora McGonagall enfadada.
—¿Cree que Black sigue por la zona, señor ministro? —susurró la señora Rosmerta.
—Estoy seguro —dijo Fudge escuetamente.
—¿Sabe que los dementores han registrado ya dos veces este
local? —dijo la señora Rosmerta—. Me espantaron a toda la clientela. Es fatal para el negocio, señor ministro.
—Rosmerta querida, a mí no me gustan más que a ti —dijo
Fudge con incomodidad—. Pero son precauciones necesarias… Son
un mal necesario. Acabo de tropezarme con algunos: están furiosos con Dumbledore porque no los deja entrar en los terrenos del castillo.

Besos en Guerra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora