Luz de mi vida [Madahina]

Capítulo 4 : El pergamino de Izuna

Los personajes de Naruto no me pertenecen sólo los uso sin fines de lucro.

Los fríos días pasaban en la aldea de la hoja, las temperaturas eran sumamente bajas como se acostumbraba en época invernal mientras que Madara se la pasaba absolutamente todo el día en su habitación dado a su incapacidad, se sentia como una basura estando en reposo mientras que los demás lo visitaban con regularidad escupiendo: ¡Oh! ¡Espero que te recuperes pronto! ¡oraremos por ti! ¡que Kami-sama tenga consideración de ti!

Un nuevo día había comenzado, sin duda seria otro día frustroso para el Uchiha, qué ahora estaba en su cama esperando a la joven Hyuga, que acostumbraba venir todas las mañanas con su desayuno, ¡Demonios! ¡ Nunca se imaginó depender de ella!

Suspiró tratando de procesar todo, era mucho mejor tenerla a ella a que estar en el asqueroso hospital de Tsunade, no es que odiase a la Hyūga si no que no podía establecer una buena comunicación con ella pues esta era mucho menor que él, intentar hablar cosas serias con una simple joven le hacia pensar: ¿de que podrían hablar? Madara solo podía hablar de cosas normales con gente que lo entendiese así como su esposa Mito, más que nada veía a su esposa como una compañera de vida, Madara solo accedió a casarse con ella para ser un ejemplo, pues su padre Tajima Uchiha era muy exigente con el asunto del matrimonio.

Su padre Tajima quería que su hijo Madara tuviese hijos y una esposa, para ello consiguió a una buena candidata, en todo caso Mito Uzumako, qué sería la esposa del ahora actual Líder, Madara nunca se atrevió a tocar a su esposa en aquellos 4 años de casados, aunque eran marido y mujer, él no sentia necesidad de hacerlo, sus deseos estaban apagados, Madara solo tenia ojos para las batallas, su entrenamiento y la idea de ganar una tras otra lo mantenían vivo.

Cabe resaltar que no era virgen, Madara experimento los deseos carnales hasta sus 24 años, después de eso se casaría por exigencia de su padre, qué moriría al cumplir sus 26 años.

Madara suspiro pesado mientras miraba el techo, el tuvo una larga vida y aún le quedaba más tiempo, había peleado tantas veces a lo largo de su vida y ahora , a sus 30 años de edad estaba paralítico, solo esperaba recuperarse para volver a entrenar, tenia bastante que hablar con Hashirama a pesar que había venido de visita cuándo despertó, no pudieron hablar de la misión con detalle dado a qué habían presencias no deseadas.

Hinata finalmente llegó a la habitación con una bandeja de plata en una de sus manos, con la otra cerraría la puerta con cuidado para acercarse al Uchiha, mismo qué se sentaría en la cama tras escuchar el sonar de la puerta.

Por suerte Madara solo tenia el control de su parte posterior a diferencia de su parte inferior qué estaba totalmente inmovilizada, la Hyūga dejó la bandeja en las piernas el Uchiha, Madara solo acercaría la bandeja más a él para acomodarla para sin más proceder a desayunar, después de un pequeño momento dejó la cuchara en la bandeja para hablar con tu típico tono.

—No necesito nada más, si requiero de su ayuda mandaré a (t/n) a llamarla —dijo el Uchiha mirando al frente, Madara nunca miraba a la Hyūga cuando le hablaba, Hinata no dijo nada ante eso, solo asintió para retirarse, tenia que admitir que veces no le gustaba que la tratase de esa forma ¿por qué no la trata como los demás? ¿Es tan difícil? ¿Por que la evitaba? Se preguntó la joven, qué se retiraría de la habitación en silencio, una ves fuera Hinata corrió hacia su habitación donde se encerraría un tanto dolida, no es que el líder la haya insultado, sin embargó el tono tan profundo que usaba él hacía que su persona lograba hacerla sentir herida.

Derrotada la joven se acostaría en su cama, aferrándose a las almohadas con fuerza evitando querer llorar por aquél hombre.

(...)