Michael (1)

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Notaba como si el corazón se me hubiera subido a la cabeza, era un constante latido en el cerebro que no cesaba. Llevaba días despertándome de la misma manera, esto era normal cuando había bebido mucho, pero por motivo de los exámenes finales no había bebido en estas últimas dos semanas, a si que no tenía ni idea de por qué este insufrible dolor no cesaba.

Y para colmo alguien no paraba de llamar al timbre de mi puerta, me quedé tumbado boca bajo en mi cama durante los primeros minutos esperando a que se cansaran de llamar, pero el molesto sonido continuó durante los siguientes diez minutos.

Despegué mi cara de la almohada y me acostumbré a la claridad de la habitación. Después cogí mi camiseta gris sin mangas y me bajé al piso de abajo con cuidado de no caerme por las escaleras. Dios santo, estaba a mitad de mis vacaciones de primavera y eran las seis de la mañana ¿A quien cojones se le ocurría hacer una visita sorpresa?

No quise pensar en que tal vez se trataba del presidente de mi hermandad, no solían venir a hacer registros en días no lectivos. Tampoco sería Calum, él es más vago que yo y haría falta un milagro para que se despertara tan pronto.

Me dirigí hacia la puerta intentando erguirme lo máximo posible, mis piernas seguían adormecidas y se negaban a caminar en línea recta. Eché un rápido vistazo al espejo del pasillo de la entrada, tenía el pelo en diferentes direcciones y una cara de asco impresionante. Pero que le den, si no querían verme con este aspecto entonces que viniesen a una hora decente.

Abrí la puerta con lentitud debido a que no sabía quien estaba al otro lado de la puerta, y no podía mirar por la mirilla debido a que en la anterior fiesta que monté algún gilipollas se lo cargó. Todavía no sé ni como lo hizo.

"¿Michael Clifford?" una voz seria al otro lado de la puerta me hizo ponerme en guardia, no sabía quien era, ni siquiera me sonaba su voz.

Abrí la puerta hasta dejar ver mi somnoliento cuerpo ante dos figuras autoritarias. Dos policías se encontraban frente a mi porche y me costó tiempo darme cuenta de en qué situación me encontraba.

"S-si" dije casi en un susurro. Estaba acojonado, no lo iba a negar. No había hecho ninguna fiiesta desde hace tiempo y mis vecinos la mayoría también son universitarios a si que tampoco se quejarían a las autoridades. Miré a los lados con nerviosismo intentando encajar aquella situación con alguna estúpida broma de mi hermandad, pero la cosa parecía seria.

"Necesitamos que nos acompañe a comisaría" dijo el otro hombre. Lo mejor en que podía hacer en aquel momento era acceder a todo lo que me pidiesen, a si que asentí con la cabeza e hice amago de salir por la puerta "Señor Clifford... póngase unos pantalones"

Agaché mi mirada rápidamente hacia mis piernas al descubierto y mis calzoncillos ligeramente tapados por la camiseta gris. Actué rápido y me fui a cambiar, esperaba que aquello no hiciese que me detuvieran por exhibicionismo público, de todas formas seguía dentro de mi casa, eso sigue siendo propiedad privada ¿no?

Durante el viaje a comisaría mantuve la boca cerrada. Ni siquiera pregunté de lo que se me acusaba, claro que si se me acusara de algo realmente importante ya me habrían esposado, pero ahí estaba yo, mirando los coches pasar sin ningún tipo de atadura.

"¿Tiene el DNI a mano?" dijo el policía que iba de copiloto.

"Sí" dije con sequedad. Me había encargado de coger mi móvil y mi cartera antes de salir por la puerta en caso de que tuviera que llamar a mi madre o pagar algún tipo de multa. Después de aquella breve conversación llegamos al edificio central. Me hicieron sentarme en una sala que parecía de espera, yo era el único que me encontraba allí excepto por un niño de unos cuatro años que se encontraba sentado en una de las sillas del local. Tenía ojos claros y el pelo rubio, iba envuelto en una enorme capa de abrigos y estaba tiritando, me resultó extraño puesto que estábamos a mitad de primavera, sus pies no llegaban al suelo y se encontraba entretenido moviendolos hacia alante y hacia atrás.

Me quedé observándole con determinación, su cara me era familiar, pero tampoco es que fuera muy bueno recordando a las caras de la gente.

Noté como varios policías giraban sus cabezas al pasar por nuestra sala, sus miradas iban dirigidas a mi y después al niño. Todos parecían ir de un lado para otro con mucho papeleo, pero sin embargo ninguno se dignaba a venir a contarme que cojones pintaba yo allí.

De repente un sonido me hizo despejar mis pensamientos de aquellos policías. El crío se tapaba con fuerza el estómago intentando impedir que sus estómago se manifestarse. Miré a los lados asegurándome de que ningún policía se acercaba y salí de aquella sala en dirección a una máquina dispensadora. No sabía que le gustaría al niño a si que cogí unos snikers, ¿a quien no le gustan los snikers?

Después volví a entrar en la silenciosa sala y me senté en una de las sillas contigua a la del niño. Desenvolví el Snikers y lo partí por la mitad. Me llevé mi trozo a la boca puesto que mis tripas comenzarían a sonar tarde o temprano, y el otro trozo se lo tendí al pequeño.

"Toma" dije como opción para romper el hielo. El niño levantó la mirada y se quedó perplejo ante la barrita de chocolate que le estaba tendiendo. Después me miró con sus grandes ojos verdes y vaciló con su mano antes de aceptar mi gesto.

"Señor Clifford, adelante" uno de los policías que habían ido a buscarme antes a mi casa, se asomó por la puerta y me hizo entrar en otro despacho dejando de nuevo a solas a aquel niño.

"Tome asiento por favor" me senté en uno de los asientos vacíos frente al escritorio central donde el policía se sentó "Debo comunicarle que su hermana ha fallecido esta madrugada en un accidente de coche a las afueras de Brooklyn, en la carretera 76"

El hombre hizo una pausa clavando su mirada sobre la mía esperando a algún tipo de reacción por mi parte.

"Yo no tengo ninguna hermana" dije encogiéndome de hombros.

"¿No es usted Michael Clifford?" dijo el hombre aún más confuso de lo que yo estaba.

"Sí, soy yo pero no tengo hermanos, soy hijo único" El hombre comenzó a mirar un par de papeles que seguro que tenían que ver con mis datos personales.

"Es hijo de Jamie Gerth ¿verdad?" dijo el agente. No llegué a conocer a mi padre puesto que nos abandonó a mi y a mi madre en cuanto yo nací, por eso que adopté el apellido de mi madre. Asentí con la cabeza y el agente volvió a remover más papeles.

"Pues eso quiere decir que eres hermano biológico de la señorita Page Gerth, es decir por parte paternal" Esos datos podían ser ciertos, pero en mi vida había oído hablar de mi padre y mucho menos de mi hermana. Obviamente que me sabía su nombre pero nada más, y la verdad es que no me importaba seguir sabiendo una mierda de él.

"La cuestión señor Clifford es que su hermana dejó bien explícito en su testamento que la custodia de Nathaniel sería para usted puesto que es el único miembro de su familia que es apto para encargarse de él"

"Disculpa, ¿Qué?" mi voz había subido un tono más agudo y mis ojos comenzaron a parpadear por si solos, incapaz de comprender todos los acontecimientos que estaban sucediendo.

"Puesto que los padres de Page también fallecieron y no hemos encontrado otros familiares con quienes contactar, usted es el único restante, a demás de que era la primera opción de Page"

"Espere, espere, espere, déjame que me aclare" dije movimiento mis manos con nerviosismo "Resulta que tengo una hermana, que ha muerto, que era hija de mi... de Jamie, que también ha muerto" cosa que la cual también desconocía "Y ahora resulta que mi... hermana, sí que sabía de mi existencia y que además me deja al cargo de Nathaniel"

El policía asintió a cada una de mis palabras indicándome de que las cosas iban por el camino que él ya me había indicado.

"¡¿Y qué demonios es Nathaniel?!" dije incapaz de tragarme más aquella situación.

"No es qué, si no quién" dijo el policía, y acto seguido se inclinó a su derecha para ver algo que se encontraba a mis espaldas. Yo giré mi cabeza por pura inercia y observé lo que quedaba justo enfrente a nuestra sala tras los ventanales, desde allí se veía la sala de espera donde el niño de antes seguía tiritando y jugando con sus pies.

"Oh mierda" dije cayendo por fin en la cuenta de lo que estaba sucediendo.

TroubleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora