Celeste y Rojo

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La humanidad se ha adaptado a este nuevo mundo, donde pasamos los días sin esperanzas. En el Edén, la primera pareja humana no tenía idea alguna de qué tanto afectarían sus actos a toda su descendencia, pero todos los no humanos actualmente nos ven a nosotros, nuestro único propósito es ser humillados, pero me he negado a seguir mi destino. Las personas ahora tratamos de vivir en aldeas marginadas, sobrevivimos con los desechos y sobras de los no humanos, a pesar de todo, nada es gratis. Usamos canjes de materiales y suministros, surgieron profesiones como cazadores de no humanos, forjadores de materia celestial (todos los nuevos materiales conocidos), los médicos conocidos como portadores de la luz, entre muchas otras.

¿Mi profesión? Solamente sigo en busca de mis familiares. Al parecer hay aún muchos humanos vivos, me he encontrado al menos unos sesenta, nadie conocido.
Tenemos puntos de encuentro, es allí donde se hacen los canjes, pero no es nada seguro quedarse en un solo lugar para vivir, existen no humanos bastante hostiles. Actualmente me dirijo hacia el río Celeste, para conseguir alimentos e información, ésta última es muy importante, puesto que ya no vivimos en el mundo que conocíamos, no sabemos nada. Podríamos ingerir algún fruto venenoso, o caer en alguna situación en la que es mejor estar preparados.

Sigo en el bosque, me parece un lugar bastante tranquilo ya que no hay tantos no humanos.
Avanzo entre los árboles que sueltan hojas de todos los colores en leves tonos pasteles, sigo vistiendo el mismo conjunto que tenía el día en el que perdí todo, aunque sigo con vida no le veo mucho propósito a seguir aquí, no hay muchos motivos por los que seguir. Dentro del bosque, el suelo empezó a sentirse cada vez más húmedo, estaba cerca del río Celeste, y un poco más adelante, se escuchaban voces, así que me guíe con ese sonido hasta que llegué al río. Tenía un agua que parecía brillar en un tono celeste y hacia sus profundidades se degradaba en un tono verde lima. Habían allí alrededor de unas veinte personas, así que me acerque a los grupos, para obtener datos que me sirvieran. Escuché sobre que habrían reuniones en un lejano sitio, que tomaría unas tres semanas llegar, obviamente a pie, puesto que no tenemos ya vehículos ni nada parecido. Se encontraba siguiendo la dirección río arriba, hasta que durante la subida empezáramos a sentir frío, y buscar cerca de ese punto, unos árboles de copa negra, mientras prestaba atención a todo eso, escuche voces de niños jugando en el agua del otro lado de unos arbustos, hace años no escuchaba risas, y tampoco había visto niños antes, al cruzar los arbustos, habían cuatro niños. Sentí como mi corazón empezó a latir de golpe mucho más fuerte y lento, mi garganta quedó bloqueada por un nudo, mi respiración se cortaba y lloré al ver allí a mi pequeño hermano, Kazuo.

Estaba justo allí, del otro lado del río, la distancia entre nosotros solo era un pequeño camino de agua con plantas siendo pasadas sobre el, mi hermano me reconoció y emocionado me llamaba una y otra vez, se acercó a la orilla y yo igual para finalmente poder abrazarle, había encontrado un motivo para vivir. Tan pronto como sus pasos tocaron el agua, salto sobre él un kappa, lo tomó por sus ropas y lo arrastró al río. Entré en pánico, sin pensarlo me tire al agua, era mucho más profunda de lo que parecía desde la superficie, con los ojos cerrados dentro del río, escuchaba a los niños gritar por ayuda, abrí mis ojos para encontrarlo; sentía que mis ojos se quemaban, era demasiada luz, pero en ese momento no pensaba rendirme ni echarme para atrás. Los kappas me encontraron a mi, tomaron mis brazos para hundirme más. Luchaba con todas mis fuerzas, me quedaba sin aire, de un momento a otro, todo el agua a mi alrededor...se tornó roja y yo no estaba herido. Lo escuché gritar bajo el agua, por un momento, quedé paralizado y aterrorizado. Lo volví a perder frente a mí, escuché cómo más gente se lanzaba al agua, gritaban cosas que no podía escuchar claramente, los kappas me estaban llevando cada vez más hondo y perdí las ganas de seguir viviendo, pero... sentí una pequeña chispa dentro de mí, me susurraba un plan, la voz venía de mi cabeza, y me decía:

♧: Llévalos contigo.

Se repetía una y otra vez, de un momento a otro la chispa ardió y sentí una llamarada en mi alma, la ira en mi me daba fuerzas, no me iría sin mi venganza, pero...ya era tarde, no me quedaba más oxígeno y mis ojos se cerraron, los gritos de las personas se escuchaban cada vez más lejos.

Conocía de los kappas: yõkais del tamaño de un niño, con caparazón, un pico por boca, y patas de rana, humanoides con todo esto, tienen un tazón con agua en su cabeza; pero también sé que pueden morir, no dejaré que seamos nosotros la presa, a los kappa les gusta devorar niños, robar su fuerza vital dentro de sus cuerpos, la llaman shirikodama. Sentí cómo algo cambio dentro de mi y aún en la profundidad del río, perdí la conciencia.

De un momento a otro podía respirar, todo se veía demasiado nublado, no podía ver bien. Sentí cómo algo hacía presión una y otra vez sobre mi estómago, aproveche que me había soltado y le atiné un golpe con toda mi fuerza en su cara, me levante rápidamente y estaba decidido a acabar con todos ellos, tras parpadear pude ver con claridad y estaba a la orilla del río, no le hice daño a un kappa, fue a otro humano, que supongo me salvó, no había nadie más.
Ese tipo tenía armadura de caballero estilo la edad media de nuestro mundo, quedó tendido en el suelo tras mi golpe; pero al reincorporarse me preguntó si estaba bien, y la verdad no sabía que sentía, era una mezcla de odio y tristeza muy profunda, pero estaba vivo, y creo que era eso lo que le importaba, así que le respondí que si; estoy bien.

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