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Aria, Vecisea - 1870

-¡Ayuda, se llevó mi bolsa!

Una mujer grita desesperada, señalando al sujeto que corre con su bolsa en la mano. La mujer llorando desconsolada, con sus manos tocando el centro de su pecho.

Nadie ayuda a la pobre mujer, todos seguimos haciendo nuestras cosas, como si nada hubiera ocurrido.

Bastian despierta en mis brazos debido a los llantos de ella. Su carita asustada contiene un pequeño puchero.

Acaricio su cabeza y deposito un beso en su frente.

-Ya nos vamos, Bas.

Termino de pagarle al comerciante de la feria de la aldea y sigo mi camino

Mientras vuelvo pienso en aquella mujer y su desesperación. Los de este lado del reino nos encontramos en la misma condición económicamente. Probablemente lo que llevaba en el bolso era lo único que tenía para pasar el mes. Llevar ahorrando todo un mes para que un tipo venga y te arrebate todo así como así. Es entendible que todos estemos pasando hambre, pero no es la manera.

En tanto nosotros nos morimos de hambre, el Rey y la gente que lo sigue nadan en monedas. Ellos son los titiriteros, y nosotros sus marionetas. Algunas personas quieren poder, y cuando ya lo tienen quieren más. Eso se ve reflejado en nuestro gobernante, tiene todo lo necesario, y aún así quiere seguir conquistando el norte de Vecisea. Allí, conviven civilizaciones que no han querido dejar su forma de vivir, y el monarca quiere arrasar con todo como si no tuviera importancia. Los reyes de Orelon y Ceodel también quieren emplear lo mismo. Definitivamente no tenemos escape.

Al llegar al pasaje el olor al mar empieza a inundar mis pulmones y los de Bastian. Saludo a los pescadores de la zona y llego a mi humilde casa.

No tenemos mucho, pero lo que tenemos lo disfrutamos y valoramos. Nuestra pequeña casa no tiene más que un baño y la sala. Nuestra cama está en un rincón junto a la cuna de mi hijo, tapado con una cortina con agujeros. Lo poco que tenemos lo hemos ganado gracias a Richard. Él pudo mantener su trabajo en la construcción de nuevos barcos por encargo del rey, mientras que yo tuve que abandonarlo por Bas.

Dejo la comida calentarse y me dispongo a entretener a mi hijo. Apenas le están saliendo sus primeros dientecitos. Mete su puño a su boca para aligerar la molestia del crecimiento, hay veces que llora por la molestia, pero en cuánto crecieran más se le pasaría.

Siendo sincera, Bastian no fue planeado. En el momento en que dejé de sangrar me dí cuenta que estaba embarazada. Fue una situación de desespero y ansiedad. No tenemos buena economía, apenas llegamos al mes, y con una boca más para alimentar sería complicado. Pero pese a eso, empecé a encariñarme con él. Cuando Richard trabajaba, mi bebé me acompañaba desde mi vientre. Por más que no haya sido planeado, ha traído felicidad a nuestras vidas.

La puerta de madera se abre y por ésta entra Richard. En su rostro se refleja el cansancio del trabajo y en sus manos el esfuerzo. Al vernos a mí y a Bas se le ilumina la cara de alegría y se acerca a saludar.

-¿Dónde está mi pequeño gusano?

Volteo los ojos por el sobrenombre en tanto mi hijo patalea y sonríe al ver a su padre. Estira sus manitos para que lo tome en brazos y éste lo hace.

-Hola, cariño -se acerca a mí y me da un pequeño beso.

-¿Cómo estás?

-Bien, algo agotado, pero bien ahora que los veo.

Le sonrío y comienzo a preparar la mesa para la cena.

*

La puerta se abre abruptamente, chocando contra la pared, y por ella entra Richard, agitado y con una expresión de terror en su rostro, dejándome en confusión.

Back to the old houseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora