8 (Sábado)

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Cuando despierto, entra mucha más claridad por la ventana de lo que solía entrar. Al estar en mis días libres, puedo despertarme más tarde de lo normal.

Volteo de la cama buscando a Bastian, a quien no encuentro. Se me despierta la preocupación y me levanto rápidamente. Busco debajo de la cama y sigo sin verlo. Sin importar que siga con la ropa de dormir, que es un simple vestido de tela fina, salgo rápidamente de la habitación y voy a la cocina.

Seguro tenía hambre.

Pero no estaba, sólo había un hombre cocinando. Le pregunté si había visto a un niño y respondió que no, lo cual me alteró más de lo que estaba. Decido salir afuera mientras grito su nombre,veo a un caballero que está montando guardia, y por más que sea un suplente y no me conozca, le pregunto lo mismo.

-Joder -digo al recibir la misma respuesta.

Corro hacia el río donde limpiamos la ropa y encuentro a las mujeres sustituyentes.

-Disculpen -digo y se giran a mirarme con extrañeza-, ¿han visto a un niño de esta altura? -marco mi cadera.

Todas niegan y estoy por fundirme en pánico. Sigo corriendo a pesar de estar descalza y clavarme pequeñas piedras en la planta del pie. Entro al palacio y comienzo a recorrerlo, desde el comedor, hasta la sala en donde fue el juicio. Llego a la entrada del palacio, en donde hay unos caballeros parados rectos en las paredes y vuelvo a hacer la misma pregunta, cuando escucho la puerta de entrada abrirse y unas risotadas, volteo y veo entrar al rey y detrás de él, a Bas.

-¡Bas! -corro hacia él y comienzo a revisarlo de pies a cabeza. Siento que vuelvo a respirar y lo abrazo-. Me asusté mucho, demasiado.

Sus brazos me rodearon el cuello y la presión en el pecho empezó a disiparse, mi respiración se relajó y me alejé de mi hijo.

-¿En dónde rayos estabas?

-Yo...

-Te busqué por todas partes.

-Disculpa, Amelie, fue mi culpa.

Volteé el rostro hacia el rey, a quién había estado ignorando desde que los ví. Después de haberse llevado a mi hijo sin mi permiso, claro que tampoco iba a dárselo, oza irrumpir en nuestra conversación.

-Se despertó hace unas horas y lo ví sentado sólo en la cocina, así que decidí irnos a distraer un poco.

Miro sus ojos grises, y por más que sé que dice la verdad no quiero creerle. Creerle sería aceptar que Bastian me desobedeció en la única orden que le había dado.

-Disculpe usted, su majestad, pero mi hijo tiene prohibido estar con alguien más que no sea yo o Jasper -noté como su mirada se oscureció y su mandíbula se apretó, pero no me importaba.

-Mamá...

-Si cree no poder respetar la única cosa que impongo, entonces... -¿Qué estoy diciendo? ¿Entonces qué? ¿Que nos eche a la calle? ¿Que se lo lleven y a mi me metan al calabozo? Tonta Amelie.

-Entonces..., ¿qué? -el rey se acercó a mí, nuestros rostros quedando a centímetros.

Retuve mi respiración, no (sí) quería compartir aire con él.

Alguien hizo sonar su voz y los tres miramos hacia el sonido. Su tono de piel, sus arrugas y su altura..., era la prometida del rey.

-¿Se puede saber qué está pasando aquí? -miró intercalando entre los dos, luego directamente a mí -. ¿Y tú qué clase de prenda estás usando?

Volví a respirar, hice una reverencia, me disculpé mientras tomaba la mano de Bas y salí disparada hacia el pasillo, que daba en dirección a la cocina y de allí a nuestra habitación.

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