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–Amelie, escóndanse en la habitación.

Tomé a Bastian en mis brazos y acaté la orden de Abélard. Entramos a la habitación y nos escondimos dentro del guardarropa. Corrí las prendas que colgaban e intenté acomodarnos todo lo que pude.

–Tengo miedo, ¿qué pasa? –susurró mi hijo, que estaba sujetando mi vestido con fuerza.

–Estamos jugando a la escondidas, Bas. El señor va a contar hasta 10 y tendrá que buscarnos.

Obvio que era mentira.

Cuando tocaron la puerta y husmeé por la ventana, afuera esperaba la guardia real. Todos armados y uniformados, acompañados de un hombre que se me hacía reconocido.

Alarmé a Abélard y él se apresuró a la puerta, luego de darnos aquella orden.

El Rey no podía enterarse que habían dos personas indocumentadas en su país, e ilegales. Me condenarían a mí por se la ilegal, buscarían una familia a Bas y encarcelarían al señor por ayudarnos. Habían muchas cosas en juego.

–¿Cuánto más va a tardar? Me estoy quedando sin aire, mamá.

–Ya, seguro ya viene, hijo, déjame revisar –abrí la puerta del guardarropas y salí de allí –. Veré por la puerta, espérame aquí.

Cuando me propuse caminar hasta la puerta, esta se abrió y por ella apareció un guardia real que me hizo retroceder.

–¡La encontré, señor! –gritó hacia afuera.

El miedo empezó a invadirme, cerré disimuladamente la puerta corrediza del guardarropas y esperé con cautela.

Luego del grito del hombre, más guardias reales llegaron a la puerta y con ellos el hombre que había reconocido.

La mañana que encontré a Bas junto al Rey, atrás de ellos se hallaba este hombre, la mano derecha y consejero del soberano.

Posó su mirada sobre mí y abrió el pergamino que tenía sobre sus manos.

–Señorita, usted queda arrestada por inmigración indocumentada.

Y entonces sentí que el alma se me iba del cuerpo.

Si Richard hubiese estado, ¿las cosas habrían sido diferentes? Claro que sí. Él habría sabido cómo reaccionar, dónde escondernos, etc. Él tenía un gran plan, pero esto no lo tenía planeado.

–Irá a juicio donde será juzgada por el Rey y la Corte Suprema, mientras tanto, usted estará encarcelada hasta nuevo aviso.

El ruido de la puerta del guardarropas hizo que todos miráramos hacia allí. Mi pequeño hijo salió y me miró.

–¿Ya te encontró? –miró hacia la puerta y observó a todos–. ¿Ellos juegan?

Su inocencia me daban ganas de partirme de la risa, pero era un momento serio.

–Ven, Bas –tomé su mano y lo traje hacia mí, escondiéndolo tras de mí.

–Su hijo se... –trató de hablar el consejero pero lo interrumpí.

–Mi hijo se queda conmigo, no voy a aceptar que se quede con nadie.

El hombre me miró con desaprobación y le susurró unas palabras a un caballero para luego irse.

Los guardias se acercaron a mí y me tomaron de mis manos bruscamente. Bas empezó a llorar y a gritar que me soltaran. El hombre al que le habían dado una orden se acercó hacia él y se agachó a su altura.

El miedo de que aquel guardia le hiciera algo me invadió y grité:

–¡Si lo lastimas te mataré, bastardo!

Back to the old houseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora