7 (Viernes)

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Henry Bell

Veo el gnomon a través del cristal que da a la terraza, las 11 en punto. Corro hacia la otra ventana que se encuentra frente a la anterior, miro por ella y ahí la encuentro. Sale con un canasto lleno de prendas sucias apoyado a su cadera, lleva el cuerpo de costado para hacer equilibrio. Desde la distancia noto unos mechones que se le salieron del gorro, se ve... inocente.

Doy media vuelta cuando escucha la puerta abrirse, y miro a Georgiana Hansen, viuda del rey Benjamin Bell IV y actual reina de Orelon, y no menos importante, mi madre. 

–¿Qué haces en tu habitación a estas horas, Henry? –exclamó con el ceño fruncido, haciendo que aparezcas más arrugas de las que ya hay.

–Hola madre, sí, yo también te extrañé –me burlé.

Emitió una carcajada y se acercó a darme un corto abrazo. 

–¿Cómo te ha ido en Ceodel?

–¡Genial! –aplaudió y sonrió–. Hoy vendrá el rey Dominique y espero que hagas bien las cosas y ya te decidas, tienes miles de opciones y no has elegido a ninguna.

Suspiro y salgo de la habitación con ella detrás.

–Dame tiempo.

–¿Tiempo? Cuando yo tenía tu edad...

Aquí vamos de nuevo...

–...llevaba 15 años casada, ¿escuchaste? Me casé cuando apenas era una niña, y tú ya con 30 no quieres sentar cabeza. Sabes que mi cuerpo y mi cabeza ya no dan más, hijo, necesito el descanso pronto.

Volteo en medio de las escaleras y tomo sus manos, ella me mira a los ojos con ternura, y yo con desesperación.

–Lo sé, mamá, deja que yo me encargue, sólo dame tiempo.

Ella suspiró y cerró los ojos.

–Un mes, ese es mi límite. Ni un día más, ¿bien?

Necesito más, mamá...

–Está bien –respondo con una sonrisa en mi cara, o eso espero.

Ella decide irse a descansar antes del almuerzo y yo me encamino a la cocina, aporovechando el tiempo. Allí encuentro a Jasper, el cocinero, y sentado sobre la mesada desocupada está Bastian, el hijo de Amelie.

–Buen día –saludo al entrar, mirando al niño para esperar su reacción.

–¡Hola! –responde él, con la boca llena por un panecillo que acaba de morder.

Palmeo la espalda de Jasper al pasar detrás de él y me dirijo a Bas.

–¿Terminaste de desayunar? –pregunto y él asiente con la cabeza seguidamente –¿Cuánto tiempo le das a Amelie, Jasper?

–Ayer tardó unos 40 minutos, así que toménse su tiempo.

Sonrío al mismo momento que el niño salta de la mesada y cae de pie. Extiendo mi mano para que la tome y corremos al patio por donde salió Amelie hace un rato. Tomamos las armas de madera que dejamos escondidas la última vez y comenzamos a jugar. 

Luego de estar constantemente mirando hacia el caballero que merodeaba la zona, me hace una señal indicándome que la madre de Bas está volviendo.

–Tenemos que volver –le digo a Bas y hace un puchero –. Tu madre está cerca y va a matarme, cuando ella esté ocupada volveremos a jugar.

Tomo la mano del niño después de esconder las espadas y volvemos a la cocina corriendo, le agradezco a Jasper por no decir nada y le digo a Bas que siga ocultando el secreto, juntando nuestros meñiques. Me despido de ellos y salgo corriendo hacia el comedor, en donde encuentro a mi madre ya sentada.

Back to the old houseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora