capitulo 4 : amor de madre

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Merry era en lo único en que pensaba el conde Gregory volando de vuelta a casa, la familia de Gregory vivía en el castillo familiar situado a un costado de una pequeña isla cerca de Schweizer, tiene varias torres y una pista de aterrizaje para su jet, muchos empleados y asesores, pues a pesar de no dirigir el negocio familiar tiene su propia empresa, además cuidar de su padre que se encuentra en el ala este del castillo en la parte principal de los jardines, a lo largo de los años aquella arquitectura medieval a resistido el asedio de guerras, terremotos, huracanes y el ataque de sus enemigos jurados los lycans.

Mientras Gregory camina por los corredores del castillo, debajo del mismo donde antes estaban ubicadas las cloacas se encuentra una mazmorra especialmente sellada, de piedra caliza con mamparas de vidrios y un panel con huella dactilar, la cuál solo Gregory y su esposa tienen acceso, inmerso en la oscuridad, amparado por la misma una criatura de la noche permanece encadenada, la cuál una mujer de unos aparentes 40 ingresa al lúgubre lugar.
Se escucha la respiración cancina de algo oculto por la inmensa oscuridad, se mueve con cautela por las orillas de la celda.

—¿Querido?—.

Dice la voz de una mujer, pero desde el interior solo se escucha el rugido de la bestia.

—hablare con vuestro padre y le diré que te libere que ya es tiempo —.

Gira sobre sus talones, lleva 20 años insistiendo sobre el tema, tratando de pedir una prórroga para su hijo, pero ni su esposo o su suegro darán un pie atrás, unas uñas rasgaron la cerradura de su prisión produciendo un estruendo tan grande como esas manos delgadas, particularmente translúcidas de uñas largas y enroscadas, la mujer detuvo en seco sus pasos, es la primera vez que ya dado señales de vida.

—hijito—.

Dijo esperanzada, sus ojos se anegaron de lágrimas al ver la imagen de un rostro descuidado y amargo, la tenue luz iluminó parte de sus facciones, un rostro esculpido por ángeles, pero ojeroso y consumido por la falta de sangre, el cabello lacio que una vez fue brillante de un color rubio casi blanco hoy yace sin brillo y sucio, sus ojos azules que miraban con intensidad en sus mejores tiempos ahora decaídos y falta de color, los labios resecos y los dientes amarillos.

—¡Oh mi amor!—.

Exclamó la mujer, le dolía verlo así, se sentía culpable por participar de la cacería de su hijo, su pequeño que creció en su vientre que la desgarro por dentro, el recuerdo sigue fresco en su mente, se habían casado en secreto, su noche de bodas Gregory le confesó que era lo que ella ya sospechaba, Merry lo acepto, más que por el simple hecho del amor verdadero, por la ambición de ser eternos, sabían que era un riesgo hacer el amor siendo mortal, pero ella lo necesitaba, deseaba con fervor procrear a un nacido, a pesar de las historias y las películas, ella quería vivir la experiencia y así fué, en su último momento unos segundos antes de morir a causa de las constracciones su hijo había nacido, zano y rebosante, después de eso despertó siendo vampiresa, Maddox era el engendro de su ambición, significaba más que su primogénita y a él le dió todo, tanto que Maddox se convirtió en un arrogante y prepotente vampiro mitad humano, una persona que no le importó acabar con pueblos enteros con tal de cumplir sus propios sueños.

Para Merry su hijo era inocente y no se merecía el encierro, con la convicción de ese hecho decide salvarlo de su prisión, desde las profundidades del infierno una voz que produce escalofríos emerge de las entrañas del vampiro.

—madre—.

Merry se quebró, una lágrima caía tras otra y no escucho el timbre de voz de un hombre sino la inocente vocecita de su pequeño, claro, habían habilidades especiales para los convertidos, sin embargo, los nacidos era algo fuera de serie, Maddox tenía la habilidad de confundir las mentes, se notaba cuando sus ojos se dilataban y se volvían de un tenue rosa, además podía hurgar en los recuerdos y alterarlos de tal forma que enloquecía, su principal diversión  era influir dolor sin  tocarle ni un pelo a sus víctimas, les introducía un recuerdo y los hacía consumirse de dolor, ellos solos se entregaban a la muerte agobiados por aquellas memorias, pero entre vampiros ese poder no tenía mucha fuerza, así que debió evolucionar, recorría los recuerdos como libro abierto y exponía aquella memoria vergonzosa oculta, fue de esa forma que asumió la presidencia, de la empresa, su error fue demostrar debilidad ante una insignificante humana, ella le traicionó y juro vengarse de todos pero especialmente de ella.

—hazlo madre—.

Insistió, la celda en la que se encontraba estaba bien protegida, solo un vampiro podía abrirla, uno de sangre noble, solo un antiguo, su sangre sobre la cerradura podía romper el hechizo impuesto en la misma, Merry solo era una convertida no tenía el poder para abrir la celda, pero sabía que si convencía a su esposo tal vez cabía la esperanza, Maddox sabía que sus buenas intenciones y se adelantó en la tortura de la mente.

—mama hay otra forma—.

Dijo la voz de niño.

—¡Dime y lo haré!—.

Maddox esboza una sonrisa siniestra que a los ojos de su madre era su pequeño hablando de travesuras.

—el kaneu—.

El kaneu para la familia era sagrado, un hechizo poderoso que debilita a quien lo practica a tal medida que puede perder la vida, es antiguo y solo fue practicado una vez en 1910, por su abuelo, y a pesar de que sobrevivió a ello quedó con secuelas de por vida, no importaba las consecuencias Merry lo haría, aquel mounstro que todos pensaban solo era un niño asustado, estando tantos años en el castillo redecorando, encontró en la biblioteca un libro oculto tras una pared, de tapa de cuero con una inscripción en la portada, un sello, la marca de la primera bruja, una que se pasa de madre a hija por generaciones, solo una palabra abre el libro, y solo una descendiente lo abre.

—aperta—.

Pronunció el niño.

—aperta—.

Repitió la mujer y el libro se abrió.

unidos por la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora