Primer capitulo.

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¿Porqué lloras? Se preguntó a si mismo ¿Acaso no es tu culpa? Fuiste tú DongHae. ¿Lo recuerdas? Fuiste tú quien causó todo esto. Lo sabía, claro que lo hacia y por eso mismo se sentía tan miserable. Tenía la respuesta a cada una de sus preguntas. Entendía perfectamente porqué había terminado en aquel lugar, en ese mismo dónde días antes habían estado observando aquella preciosa luna llena, la misma noche en que contaron las estrellas. Esa misma dónde aquellos ojos negros los habían mirado con adoración y anhelo. Cerró los ojos, los recuerdos llegaban a su mente como una cruel avalancha. Tenía la vista borrosa, talvez por culpa de la lluvia o quizás eran sus propias lágrimas que no dejaban de empapar sus mejillas, el nudo en su garganta se hacía cada vez más grande. Pero, ¿Acaso importaba? Se merecía tanto sentirse de esa forma. Había hecho lo único que no debía hacer, romper el corazón de la persona que más amaba en este mundo.

La persona que más lo había cuidado y protegido, el mismo que se había convertido en su mejor amigo desde hacía ocho años. Aquel chico de ojos negros y piel pálida que cada día le había hecho sonreír y lo había defendido del mundo entero. Su lugar seguro, su refugio, su alma gemela. Si, había sido tan hijo de puta que destruyó lo único bueno qué le había pasado en la vida.

Había lastimado a HyukJae.

El sonido de su celular lo sacó de su ensimismamiento, secó inútilmente sus lágrimas y con rapidez sacó el móvil del bolsillo, tenía la esperanza de ver su nombre reflejado en la pantalla, deseaba tanto fuera él. Pero no fue así, no era HyukJae quien lo llamaba. Su corazón de rompió un poco más. Sus sollozos se hicieron cada vez más fuertes, dolía tanto saber que lo había dañado. Aún recordaba ver su mirada sin brillo, sus lágrimas que bajaban silenciosas y se perdían en su afilada mandíbula. Y es que joder, había sido tan imbécil. Su cobardía lo había llevado a tomar malas decisiones, el miedo al rechazo de su familia y el temor al qué dirán habían terminado por cegarlo.

Cerró los ojos mientras recordaba su historia.

DongHae y su familia tenían una posición económica bastante buena, vivían en una zona exclusiva en dónde solo había altos mandos ya sea del ejército o la marina. Desde pequeño sus padres fueron bastante estrictos con su educación, y él siempre trataba de complacerlos. Nunca se había quejado a pesar de no estar de acuerdo en muchas cosas, no tenía el valor para hacerlo. Era de las personas que preferían guardar lo que sentían y soltarlo por las noches, rodeado solo por la oscuridad. Quizás algún día tendría el valor para expresarse como debía.

Pero se sentía tan solo.

Lo que jamás imaginó era que todo estaba a punto de cambiar en su vida. Una mañana cualquiera mientras estaban desayunando, su padre tomó la palabra y como siempre él tuvo que escuchar atentamente, esos momentos lo aterraban. Sentía que ni siquiera podía respirar con normalidad, la sensación de malestar en su estómago le producía tantas náuseas que le quitaba el apetito. Lo peor de todo era sentir dos pares de ojos sobre él a cada segundo, siguiendo hasta el más mínimo movimiento que hacía, observado cada detalle y buscando algún defecto que echarle en cara. Su padre era bastante estricto, mucho más de lo que pudiera imaginar. Gracias a él tenía un trauma constante sobre como manejar sus sentimientos, muchas veces terminaba siendo cruel con sus palabras. Y por supuesto que DongHae prefería mantenerse en silencio, aunque por dentro su corazón estuviera martillado fuertemente contra su pecho.

Se mordió el labio con nerviosismo.

—Ponte recto DongHae, levanta la mirada —lo regañó— Ya te he dicho que no me gusta cuando te sientas de esa forma, un hombre no puede estar con la mirada al piso. Nosotros siempre miramos hacia el frente ¿Entendido?

—S-si padre —susurró.

—¡NO TE ESCUCHO JODER! —gritó haciéndolo saltar.

—Si padre, he entendido. No volverá a suceder.

Anhelo (Eunhae +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora