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EL SOL brillaba en lo alto y el agua ondeaba con suma tranquilidad reflejando esa luz a los objetos en la superficie. Namor solía hacer paseos a manera de vigilancia, cuidando que los otros se mantuvieran en su terreno. Por lo general ninguno se acercaba lo suficiente a la profundidad pero nunca se estaba totalmente seguro de ello. Hacía no mucho que tuvo que sabotear una estructura petrolera que amenazaba el área.








Aunque a veces le ganaba la curiosidad —y se justificaba consigo mismo con que podría ser indispensable para estar preparados en un futuro— terminando acercándose más de lo debido a las embarcaciones. Unas le hacían recordar lo egoístas que solían ser los humanos con la contaminación y otras simplemente observaba a la distancia.








Fue en una de esas ocasiones que terminó más cautivado de lo que debería.








El ruido de la escandalosa música le guió hasta uno de los tan molestos yates que solían llegar un poco más profundo de lo normal. A través del agua salada lograba distinguir un chapoteo el cual luego se dio cuenta que provenía de una persona desde la embarcación; una joven tenía los pies en el agua mientras permanecía sentada en la orilla trasera de la estructura.








Pese a que el agua desde la profundidad a la que le observaba funcionaba como una especie de filtro que distorsionaba su imagen, lograba apreciar lo suficiente sus rasgos faciales siéndoles agradable a la vista. Su cabello castaño caía por los hombros y no era muy largo pero lo suficiente para que el aire lo moviese a su ritmo. Tenía la mirada enfocada en lo azul bajo sus pies, Namor sentía que le observaba específicamente a él y bueno, parte suya deseaba que así fuera.








No supo cuánto tiempo estuvo perdido en la imagen frente a él si no hasta que alguien más apareció rompiendo el trance. Un hombre que al parecer no le agradaba a la joven pues en cuanto llegó, ella rodó los ojos y se levantó saliendo del panorama. . .








La luna había tomado el lugar del sol, las aguas se habían vuelto más tranquilas y las estrellas decoraban el cielo cuando pudo verle una vez más. Ni siquiera fue a propósito, era una mera coincidencia.








El cuerpo de la chica descendía de manera angelical hacia el fondo, incluso parecía que lo hacía directo a los brazos del monarca quien lo único que logró observar de afuera fue la silueta del mismo hombre alejándose de la orilla. Había sido testigo de muchas desgracias, guerras y naufragios de los que era mejor alejarse y nadar en dirección contraria pues no le incumbían y en especial, no valía la pena exponerse por los descendientes de aquellos que tanto hirieron a su gente pero en ese preciso momento, no pensó en nada de eso.








Lo único que veía era a una mujer siendo víctima y una oportunidad de ayudar.

poli  ⊹       namorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora