Papá está dibujando. Una vez que empieza no se le puede tocar nada de lo que utiliza, así que dejamos de comer en la mesa para darle su espacio. Depende del resto de cosas que deba hacer cuánto tarde en terminar. Puede durar días. Por eso no dibuja tanto como le gustaría. O como yo quisiera. A mí me encanta verlo dibujar. Ver cómo una cartulina en blanco, sin nada en especial, se va volviendo algo hermoso; cómo lo que primero parecen unas líneas sin sentido se convierte en un juego de sombras que forman imágenes. Adoro vivir en una casa llena de cuadros únicos y que mis compañeros de clase los halaguen cuando vienen a hacer trabajos en equipo. Y amo a mi papá.
No paso tiempo con él como me apetece. A veces solo busco su aprobación en las pequeñas metas que me propongo. Llegaría a donar toda mi ropa, todos mis juguetes y la hucha del cerdito por una muestra de cariño. Todo esos pensamientos se esfuman cuando me siento a verlo dibujar. No hablamos, solo observo lo que hace. No me inclino hacia la cartulina para no entorpecerle con mi respiración. Busco mis propios ángulos con el fin de entender lo que hace antes de que termine, aunque suele explicármelo de todos modos. A veces me pregunta "¿cómo está quedando?" y yo, que no sé nada de pintura pero sus cuadros me encantan, quizás solo por ser suyos sin ningún otro criterio, respondo "a mi me gusta". Y en serio me gustan.
Mi primer recuerdo se remonta hace 5 años. Cuando tenía 4. Una noche de tormenta me acurrucaba bajo la cobija, abrazando la almohada con todas mis fuerzas, reprimiendo un grito cuando se escuchaba el estruendo del trueno y observando cuidadosamente la puerta del closet al iluminarse por el resplandor del relámpago. "No seas llorica", "debes ser valiente", "seguro ya mamá y papá duermen", "no puedes salir a molestar", me repetía. Desde entonces suelo esconder lo que me pasa, y le perdí el miedo a los truenos.
Mi segundo recuerdo es mi papá dibujando: el perfil de alguien con el pelo corto a quien la luz le da de espaldas y por tanto las sombras cubren la mayoría de sus facciones. Este juego con las sombras me lo tuvo que explicar. Lo utiliza mucho. Casi siempre dibuja a lápiz. Solo tiene dos cuadros a color: los más grandes. Esos están en el cuarto de papá y mamá. Uno parece el cuerpo de mamá de las caderas al cuello al salir de la ducha. El otro es un árbol que simula el torso de una mujer sentada de lado.
Esos son de antes de yo nacer, o de que tuviera capacidad para recordarlo, como el del rostro de la mujer con una serpiente que se le enrosca al cuello y la cabeza del reptil le cubre un ojo, o el de la dama de cabello largo que está sentada en una mesa de espaldas. Todos anteriores al perfil cubierto en su mayoría de sombras. De los labios y el ojo gigantes si me acuerdo, igual que el de la recreación de las carátulas de los discos de Ricardo Arjona.
Y ahora éste, completamente nuevo. No son retratos, ni cuerpos, ni partes del cuerpo. Es un paisaje: un bosque alumbrado a la luz de la luna. Casi lo termina. Tal vez cuando lo haga pueda jugar un rato conmigo. Podría enseñarle qué tan alto llego a trepar, o mi record en el pacman, o las felicitaciones de la maestra por una tarea de matemáticas, o por cuánto tiempo bailo el hula hula. Quizás también podamos ver alguna película. O puedo mostrarle los trucos que le enseñe a Spike.
Spike es nuestro perro: mi única compañía la mayor parte del tiempo. Tiene su casa en el jardín pero yo le dejo entrar a mi cuarto aunque mamá me regaña por eso. Ya atrapa la pelota al vuelo, me da la patica, se sienta y se queda quieto. Estamos trabajando en la búsqueda del palo. Yo se lo lanzo y él lo busca, pero cuando lo encuentra se pone a jugar con eso y no me lo devuelve. Aún así es muy listo. Nota cuando algo va mal y pone su cabeza en tus piernas para que no pienses en nada y solo lo acaricies. Funciona.
También suele sentarse a mis pies cuando hago los deberes o intento dibujar. No soy buena, como papá, pero me esfuerzo. Él aún no ha visto mis dibujos. Los que veo mal y solo hago para practicar los boto en cuanto termino. Para el próximo día del padre quiero regalarle mis 9 mejores dibujos. Por ahora solo tengo 5. Yo sí trabajo a colores.
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Primavera en tempestad
Short StoryLa infancia no es todo risas. Los niños también sufren, también piensan, también sienten, también se enfrentan a situaciones que les superan o les atemorizan. Los niños saben mas cosas de lo que los adultos imaginan. Tienen el punto de vista especi...