Yo no quiero ser eso

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Toda la familia esperaba con ansias aquel día: los 15 abriles de Adriana. Menos ella.
Había accedido a tomarse las fotos con los correspondientes trajes, todos colores pastel; y a hacer el baile. Tampoco tenía muchas más opciones. Única nieta de unos abuelos maternos que habían ahorrado años para dicho evento. Única hija de un padre que trabajó horas extras para alquilar el local, el decorador, el fotógrafo, el camarógrafo, el vestido, los bailarines, la coreógrafa y la estilista; y para comprar el catering, las 15 rosas, los recuerditos para los invitados y para la quinceañera y el vestido de su señora esposa que en última instancia necesitó uno nuevo.
Adriana no quería nada de eso.
Quería que le llamaran Adrián, no Adriana. Vestir traje para la sesión de fotos de su álbum, podía no renunciar del todo a los tonos pastel, pero no quería vestidos. No quería bailar un vals coreografiado con 15 parejas, sino sacar a bailar a alguna invitada, podría ser amiga o familiar, y luego quien quisiera que se fuera uniendo al ritmo de sus valses seleccionados. Por supuesto, no quería bailar con esos horribles y altísimos tacones, ni con un asfixiante corsé que le resaltaba un busto que tampoco quería tener; sino con unos zapatos marrones de punta fina muy elegantes a los que había echado el ojo en la sección para caballeros en la misma tienda donde su madre había comprado el vestido para la ocasión. No se negaba a los recuerditos ni a repartir las 15 rosas, pero quería hacerlo con su cabello corto, no con aquellas horribles extensiones que le habían obligado a ponerse, ni con aquella corona de flores ni con aquel brillo de labios pegajoso.
No quería esa presentación en sociedad como una doncella casadera. Quería anunciar que era un joven soltero de muy buena familia que estaría encantado de conocer y cortejar a alguna de esas doncellas casaderas.
No quería nada de aquello y, de poder elegir, hubiera preferido que su regalo para aquel señalado cumpleaños fuera la aceptación, poder cambiarse el nombre -Adrián no pedía mucho, solo le quitaba una letra para hacérselo más fácil a todos- y que le acompañaran a ver a los doctores para comenzar el tratamiento hormonal.
Pero cada vez que tocaba el tema su familia lo evitaba.
-Es normal -decían-, aún tienes los rasgos y el carácter andrógino de todos los niños y niñas. Pero mírate, si luces casi como toda una mujercita. Eso que dices es cosa de gente enferma, cariño, y tu estás completamente bien. Ya verás cuando cumplas tus 15 que se te va a pasar esa idea.
Como si un número más o un numero menos cambiase cómo de extraño se sentía al mirarse al espejo cada día.
En la mañana de sus 15 años, luego de todo un mes de esfuerzos por no pisarle los zapatos a su pareja de baile y de otros preparativos, le despertaron su madre, abuela y tía con un desayuno en la cama. Había mucho por hacer.
Adrián sabía cómo sería la decoración: globos rosas -ni siquiera rojos-, manteles blancos y servilletas dobladas en forma de cisne; pero técnicamente era una sorpresa que no podía ver hasta el momento de su entrada triunfal con aquel insoportable vestido. Le esperaba un largo día de peluquería y maquillaje para lo que no se sentía nada cómodo. “Si cierro los ojos, pasará pronto”, pensaba. Pero, ¿después qué?
De lo que no tenía idea era de la charla privada que se traían entre manos sus tres ayudantes -madre, abuela y tía-.
Sí esperaba lágrimas emocionales y comentarios como “qué guapa te ves” -no se sentía para nada guapo-, “cuánto has crecido” -no como le hubiera gustado crecer- y “no importa lo que pase, siempre serás mi niña” -ojalá siempre ser suyo, aunque quisiera que le llamasen niño-. Pero aquella charla fue demasiado.
-A partir de mañana me ayudarás todos los días en la cocina. Una mujer de verdad no puede ir por el mundo sin saber cocinar.
-Esa manía de cortarse tanto el pelo se tiene que acabar. Necesitas agitar tu cabello para expandir feromonas y atraer a los hombres. Ellos se fijan mucho en eso.
-No te dejes engatusar por el primero que aparezca. Déjate cortejar y se coqueta lo justo hasta que encuentres a tu candidato perfecto.
-No te quedes con el primero que te guste. Debes pensar a largo plazo en un hombre trabajador que sirva de marido y buen padre.
-Cuidado con entregar tu flor. Y de verte a escondidas por las esquinas. Eso es de una cualquiera. El que te quiera para algo bien va a presentarse ante tu padre como Dios manda. Y lo demás solo provoca habladurías, desilusiones y mala fama.
-Y una vez tengas marido, que esperemos sea en pocos años, no te metas en sus cosas, eso a los hombres no les gusta y a nosotras como mujeres no nos corresponde hablar de cosas que ni entendemos ni vamos a entender.
-Mantenlo bien servido en la cocina y en el dormitorio. Mientras tienen el estómago lleno y los testículos vacíos los hombres no se quejan.
-En la cama no digas que no. Si no tienes ganas abres las piernas, te dejas hacer y piensas en otra cosa, pasara más rápido de lo que imaginas. Ellos saben desahogarse solos y solo necesitan un poco de calidez.
-Aún así puede ocurrir un desliz, los hombres son hombres y eso pasa. Si a ti no te descuida, tú ojos ciegos y oídos sordos.
-Dale un hijo cuanto antes y luego todos los que puedas, eso los ablanda. Y aleja bastante competencia. Para algunas zorras, que un hombre este casado no implica que sea de la mujer que porta el anillo, pero una vez se convierte en padre ya es de sus hijos.
-No le lleves la contraria. No tiene caso discutir por casi nada porque a veces es peor.
-Si a los 30 no estás casada te toca vestir santos, así que ponte las pilas.
-Y sonríe, mijita, que a partir de hoy serás toda una mujer.
Adrián no pudo aguantar más las arcadas y corrió al baño a vomitar. Después de enjuagarse la boca se miró al espejo: el colorete en las mejillas, el delineador y la sombra de ojos, el brillo de labios, las pestañas más oscuras, las cejas extrafinas perfectamente delineadas. No pudo evitar echarse a llorar. Daba igual arruinar el maquillaje de mujercita. No era una mujercita. Odiaba verse así. Odiaba lo que conllevaba verse así.
En la tarde, todo en la celebración salió como lo previsto, para todos menos para Adrián. Tuvo que bailar el vals con los tacones altos, la corona de flores y el vestido rimbombante. La presentaron como doncella casadera y bailó con 15 otros chicos, incluido su padre, cuando realmente quería bailar con chicas. Cortó una tarta de cobertura rosa, con adornos en forma de rosa y una bailarina de ballet con el tutú rosa en un arco de globos rosa. Aguantó que todos los invitados, sin excepción alguna, le dijeran “ya eres toda una mujercita” al menos una vez durante toda la velada.
No sonrió para ninguna foto, ni hizo comentarios hilarantes en el video. No estaba para nada feliz. Cuando terminó la celebración “perfecta” de sus 15 años, huyó a su habitación. La familia siguió comentando la maravillosa fiesta en lo que recogían y seguían brindando por Adrianita.
A la mañana siguiente se encontró el cuerpo de Adrián colgado en su closet. A los pies estaba la nota.
“Yo nunca me sentí niña, pero definitivamente no quiero convertirme en mujer”.

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⏰ Última actualización: Jul 02 ⏰

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