Capítulo 10

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Minutos después de silencio dónde solos e oían los sollozos y el movimiento del agua, la australiana se dió cuenta del estado del bote y que al estar volteado no iba a resistir mucho.

—Oigan, les comento que esta cosa se hunde —habló Rosé—, ¿Ahora qué hacemos?

Lisa observó a su alrededor tratando de encontrar algo, cuando a lo lejos visualizó a su mejor amigo nadando hacia una de las lanchas salvavidas.

Todos lo observaron subir, sintiendo un enorme alivio al verlo hacerles señas de que enseguida iba hacia ellos.

—¡Eso Tae! —vitoreó Seulgi.

El jefe de estación se acercó a ellas en una de las lanchas para dividirse en dos y que unos se fueran en otra para así distribuir el peso e ir más rápido.

Jisoo, Lisa y Taepyung iban al frente asegurando al hombre mayor, mientras que en la otra lancha iban Jennie, Rosé, Seulgi y Tae.

La hiperactiva del equipo ya estaba más calmada que antes, así que miró con curiosidad a su compañera pelinaranja en un intento de hacerla sentir mejor.

Ya que entendía perfectamente lo que era perder a tu mejor amigo siendo devorado por un infeliz pez prehistórico.

—¿Qué le pasó a tu mejilla? —quiso bromear al ver que su mejilla estaba hinchada.

Pero la neozelandesa no estaba de humor para chistes o sus intentos de animar al equipo. Sentía que no era el momento indicado para hacerlo a pesar de que sus intenciones fueran buenas.

—¿Qué le pasaron a las tuyas? —dijo refiriéndose a sus regordetas mejillas.

—Touché —bajó la mirada avergonzada.

Rosé soltó un pequeña risa y pasó su brazo por encima de los hombros de Jennie mientras le extendía el cubo Rubik con solo un dos colores faltantes de completar.

—Ya casi lo armo, nena.

La neozelandesa sonrió débilmente y solo recargó su cabeza sobre el hombro de la australiana. Le había resultado tierno que lo haya guardado para seguir intentando completarlo y así tener su momento a solas para conversar.

—¡Ahí viene! —avisó Tae matando todo tipo de aura romántica en el ambiente.

—No puede ser, fueron como 15km, ¿Y aún nos sigue? —gruñó la rescatista.

—¡Esa cosa es el diablo! —gritó Seulgi sintiendo otro ataque de pánico.

Nuevamente el cubo Rubik fue arrebatado de las manos de Rosé por la hiperactiva del equipo que con todas sus fuerzas le lanzó el cubo al megalodón, el cual se tragó sin problema alguno.

—Vaya, en mi mente el meg se asfixiaba con el cubo —murmuró sintiéndose tonta.

—¡Noooooo! —Rosé se puso de rodillas maldiciendo al meg y a Seulgi.

Jennie rodó los ojos y picoteó la espalda de Rosé para que volviera a sentarse y pudiera recargarse en ella.

Se estaba muriendo de frío y la única con la que quería acurrucarse era Rosé, quien desde que la salvó no ha querido separarse y la ha estado cuidado.

—¿Crees que el tiburón se detenga si lanzamos a Seulgi al agua? —susurró la australiana sacando una sutil y débil risita a Jennie.

—Es probable que hasta termine huyendo —murmuró de vuelta.

—Las estoy oyendo malditas víboras insensibles —les gruñó Seulgi ofendida.

Pronto Rosé notó al helicóptero de su equipo llegando a las coordenadas que rastrearon desde su teléfono.

En lo profundo | LisooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora