◐ 𝓣𝓱𝓻𝓮𝓮 𝓕𝓪𝓬𝓮𝓼 ◑ [+18] ᵀᵃᵉᴷᵒᵒᵏ

Capítulo 56

El pequeño sueño que ha echado en el avión no ha conseguido que su cuerpo se relajara por completo, aunque más bien lo que necesita encontrar un estado de paz es su alma, cosa que sabe que no logrará hasta que vuelva a verle cara a cara, en persona, hasta que pueda sentir la calidez de su cuerpo próximo al suyo.

Necesita su luz para poder respirar dentro de esas tinieblas que es su existencia.

Si echa la vista atrás, todavía puede sentir el frío que experimentaba antes de conocerle, la soledad, ese inmenso vacío que era todo su ser antes de que él apareciera.

Sabía que no era una persona feliz, difícil serlo dentro de su mundo, pero tampoco se consideraba alguien especialmente triste o desdichado, a pesar de todo lo que le rodeaba.

Simplemente, pasaba los días, uno tras otro, el siguiente igual al anterior.

Compaginaba su trabajo normal en la cafetería, con sus clientes no tan comunes dentro de ese otro aspecto de su vida.

No es que se arrepienta en ningún momento de la decisión que tomó y que le llevó a ese inframundo, todo pasa por algo y, si no lo hubiera hecho, jamás habría ido a vivir a la capital y nunca le habría conocido, por lo tanto, no cambiaría ninguna de las decisiones de su pasado porque eso es lo que le ha llevado a este presente, junto a él.

—¿Estás bien?

Esa voz con acento francés le saca de su ensimismamiento.

—Si —responde con debilidad, sin llegar casi a despegar los labios.

Esa simple palabra la pronuncia sin desviar la vista de la ciudad nocturna que se muestra a través del cristal de la ventanilla del coche que les recogió en el aeropuerto.

Un viaje que podría ser alegre y divertido en otras circunstancias, aunque la compañía que tiene no le desagrada del todo, lo único que quiere es volver junto a Taehyung, estando a su lado no necesita salir de entre sus brazos para que cada minuto sea el más apasionante de su vida.

—Jungkook... —insiste con tono de preocupación.

Al oír ese nombre nuevamente pronunciado de sus labios se gira para mirarle, clavando la ferocidad de sus iris en su rostro. Si las miradas matasen esta, sin duda, sería una de ellas.

—Perdón, Jk —sonríe de medio lado, con un gesto inocente—. Siento mucho todo esto, de verdad, no pensé que fueras a ser tú quien viniera conmigo ni siquiera creía que estarías allí.

No responde, no tiene nada que decirle, tan solo se encoge de hombros y vuelve a desviar la vista hacia el exterior del vehículo.

La lluvia comienza a arreciar con fuerza, una de esas tormentas de verano que dura apenas cinco minutos, pero que, si te pilla bajo ella, te cala hasta los huesos, arraigándose el frío de su humedad dentro de ti, igual que se siente su ausencia, esa es, exactamente, la sensación.