Era una madrugada de inicios de invierno, el viento soplaba y viajaba por la iluminada tribu Agua del norte. Recorría los helados edificios, pasaba por las enormes calles y en algunas ocasiones era desviado por las montañas; travieso se escabullía en los huecos de los grandes iglúes, paseándose hasta darle un buen escalofrió a quienes lo escuchaban entrar.
Dentro de uno de esos tantos iglúes estaba Saia profundamente dormida. Teniendo el mismo sueño que le perseguía constantemente y no la dejaba descansar tranquila. Veía un vacío interminable mientras una gran cantidad de personas que no podía distinguir con claridad la rodeaban. Solamente podía apreciar sus ojos, que brillaban en una intensa luz amarilla y le miraban penetrantemente. Las gotas de sudor comenzaban a hacerse presentes en su frente, su entrecejo estaba fruncido, pues de nuevo aquella voz específica le hablaba, siendo seguida por un coro unísono.
—Tienes que despertar, Saia.
La castaña intentó visualizar al portador de aquella voz que le era tan familiar y a la vez tan extraña, pero como cada vez que lo intentaba todo comenzó a desparecer nuevamente, dejándola sumada en la profunda oscuridad. De repente abrió los ojos, levantándose de golpe. Elevó una de sus manos y tocó su empapada frente con el corazón batiéndose contra su pecho con un ritmo desbocado.
Desde que podía recordar, siempre había tenido pesadillas muy vívidas y turbadoras; nebulosas en las que esas personas ajenas le repetían incesantes cosas carentes de sentido para ella. Cuando era más pequeña había logrado mantenerlas a raya acudiendo al confiable abrazo de sus padres, pero ahora ya era mayor como para arreglárselas sola, o eso creía ella.
Se incorporó en la cama y vió que la luz del alba que se colaba por la ventana comenzaba a bañar el suelo de madera de su habitación evocando a la tranquila cotidianidad, haciendo que sus hombros se relajaran un poco.
Pronto solo un pensamiento se hizo presente en su mente.
Había llegado el día que llevaba esperando tanto tiempo. El día de su duodécimo cumpleaños y también de su presentación ante los espíritus. Esto último se trataba de una tradición que la tribu Agua del norte llevaba a cabo con cada uno de los miembros de la familia real, consistía en la presentación de los integrantes en su décimo cumpleaños para brindar su respeto a los espíritus de la luna y el océano: Tui y La, quienes a cambio ofrecerán ciertas visiones sobre el destino y propósito del individuo presentado. Después de dos años intercediendo, los padres de Saia habían logrado convencer a Arnook y a los sabios de la tribu para que ella fuera parte de esta tradición, después de todo, desde el momento en el que había sido adoptada por Jatuk, también había sido incluida en la familia real como su única heredera. Esto era uno de los motivos por los que Saia soñaba con que este día llegara, después de tanto seria reconocida oficialmente como parte de su querida familia.
La castaña sonrió ante aquel pensamiento, hasta que unos golpecitos en su puerta llamaron su atención.
—¡Pase! —exclamó mientras se arreglaba un poco el cabello y se erguía en la cama.
El picaporte se giró y una cara conocida se asomó; era Nisa, su madre. La mujer recorrió la habitación con sus vivaces ojos de color violáceos, y tras un rápido recorrido, fijó la mirada en Saia, quien ahora estaba sentada en la orilla de la cama.
—Hija, venía a levantarte, pero parece que te me adelantaste —rio mientras se adentraba en la habitación con un paquete en sus manos—. Tengo algo especial para ti.
—¿Enserio?, ¿qué es? —la castaña alzó la cabeza con curiosidad.
Nisa no tardo ni un segundo más y le entrego la caja. La niña la observó con detenimiento antes de tomarla con cuidado, deslizó el moño que la mantenía cerrada y la abrió. Suavemente sostuvo la elegante túnica azul que estaba dentro y la miro con entusiasmo.
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𝛴𝑆𝑃𝐼́𝛤𝐼𝑇𝑈𝑆 𝛥𝐹𝐼𝛱𝛴𝑆 ᴀ:ᴛʟᴀ
أدب الهواة[𝓲. 𝙖𝙫𝙖𝙩𝙖𝙧 𝙖𝙖𝙣𝙜 𝙭 𝙛𝙚𝙢!𝙧𝙚𝙖𝙙𝙚𝙧] ❛❛𝘜𝘯 𝘤𝘪𝘤𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘷𝘶𝘦𝘭𝘷𝘦 𝘢 𝘪𝘯𝘪𝘤𝘪𝘢𝘳. 𝘜𝘯𝘢 𝘨𝘶𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘴𝘪𝘯 𝘧𝘪𝘯𝘢𝘭. 𝘠 𝘶𝘯𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘦𝘹𝘪𝘰́𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘷𝘢𝘭𝘦𝘤𝘦 𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘧𝘳𝘰𝘯𝘵𝘦𝘳𝘢𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘵𝘪𝘦...