04. "Jengibre y fresa"

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Nunca le habían llamado mucho la atención las plantas, pero desde que se mudó había desarrollado un pequeña obsesión con el gran árbol que se podía observar desde la ventana de su habitación.

La soledad siempre había sido algo que Daena amaba, por lo que al descubrir que casi nadie nunca pisaba ese lugar, hizo que instantáneamente se convirtiese en uno de sus favoritos.

Disfrutaba los momentos en los podía estar sentada sobre el pasto, donde el silencio la envolvía y le permitía escuchar sus pensamientos con total calma, que eran muy pocos; porque casi siempre estaba rodeada de gente.

Con su libro favorito en la mano derecha y su pequeño dragón en su lado izquierdo, la princesa se dirigió al lugar que había estado anhelando todo la mañana. Aquel había sido un día bastante ocupado; le enseñaron a caminar correctamente, le dieron clases para mejorar la caligrafía que poseía para que fuese más simple entenderla, le hicieron leer en voz alta para mejorar la forma en que vocalizaba...

En aquel momento, la niña solo deseaba ponerse a leer bajo la sombra del gran árbol que era su compañero y observar las estrellas que la vigilaban, junto a su fiel amigo Breakstone.

Tal fue su sorpresa cuando vio a uno de sus hermanos sentado en su sitio de siempre, que casi se le cayeron las galletas que portaba en su mano izquierda.

Se planteó seriamente darse la vuelta y encontrar otro sitio para practicar su actividad; pero rápidamente pensó en la petición que su padre le había hecho, y decidió poner un poco de su parte para poder estrechar la relación con su familia.

— Hola, hermano.— saludó con una sonrisa.

Caminó lentamente hacia donde estaba, y se sentó a su lado, aunque dejando un espacio considerable entre los dos; que Break aprovechó para sentarse junto a ella, de espaldas al rubio.

El niño la ignoró, como se esperaba, y siguió muy concentrado en su tarea de arrancar pequeños hierbajos que se encontraban a su alrededor.

Daena no se molestó cuando se dio cuenta; sabía que había sido mala al reírse de él la primera vez que se vieron, además de haberlo insultado, y ni siquiera se había disculpado por ello.

— ¿Quieres una galleta?— abrió su caja de corazones amarillos, esperando un respuesta de su parte.— Están muy ricas, las ha preparado mi septa.

Otra vez, silencio.

Se mordió el labio nerviosa, sin saber muy bien que decir. Estaba acostumbrada a que la gente se disculpase siempre ante ella, y no al revés.

— ¿Todavía estás enfadado porque soltase una carcajada el día que te caíste en el barro mientras luchabas con Sr Criston?— preguntó directa y algo inocentemente.

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⏰ Última actualización: Nov 16, 2022 ⏰

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