Archivo número 5: Globos

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No sé cómo paso, ni si quiera sé muy bien cuando ni por qué, pero de repente mi globo, ese que tanto me gustaba y al que tanto cariño le había cogido desde que estaba conmigo, se estaba alejando.

Ya no estaba a mi lado y no podía volverlo a atrapar, por más que saltase y lo intentase alcanzar, simplemente se estaba yendo y pensándolo bien, a lo mejor no quería ser atrapado de nuevo, a lo mejor no me había cogido el mismo cariño que yo a él, a lo mejor yo no le gustaba tanto, ¿sería que hablaba demasiado?, ¿sería que no le gustaba la misma música que a mí?, ¿sería porque no teníamos el mismo sabor favorito de helado?, definitivamente creo que era porque no le gustaban mis cambios de tema repentinos ni mi corte de pelo.

Pero yo le quería, me hacía compañía y me escuchaba, o eso creía, a lo mejor simplemente se movía de vez en cuando como señal de vida o de presencia. No quería que se fuera, de verdad, e hice cuanto pude por que se quedara, pero no lo hizo y no entiendo por qué.

A lo mejor necesitaba alejarse, a lo mejor necesitaba conocer a gente nueva, hacer nuevos amigos y visitar otros lugares. Yo hubiese ido con él a esos lugares y habría hablado con otra gente, incluso hubiera comprado más globos para que no se sintiera solo o atado a mí, que simplemente fuese cogido de mi mano, pero quizá, quería hacerlo sólo.

No puedo juzgarle, a lo mejor hacía lo que creía mejor para él, pero creo que se olvidó de qué sería mejor para mí, y no le juzgo, no hubiese estado bien que me pusiera a mi por delante de él, que le preocupara yo más que él mismo, hizo bien, el problema, es que yo a veces si le ponía por delante de mí mismo, seguramente el fallo sea mío.

De verdad, de verdad que no le juzgo, pero si me hubiera concedido una y solo una cosa antes de irse, le hubiera pedido que me avisara de que iba a hacerlo. No me ha gustado que se fuera así de repente, sin hacer ruido, sin yo enterarme hasta que ya era demasiado tarde para pedirle perdón si le había molestado. Porque que no hiciera ruido al irse no significa que dentro de mí no haya algo que grite y pida que vuelva, que me dé una explicación al menos, una sonrisa de despedida, de esas tristes que no olvidas y que duelen para siempre, pero al fin y al cabo, me hubiera quedado eso.

No le hubiera pedido que se quedase, aunque fuese lo que más quería, porque eso sería injusto y cruel, debe ser libre y escoger de qué mano quiere ir agarrado y qué conversaciones quiere tener, coincidir en gustos de helado con otra persona y que su corte de pelo le guste más que el que veía en mí.

Puede que esta sea mi despedida para él, aunque ya casi no me oiga, sé feliz por el tiempo que me hiciste serlo a mí y por favor, si algún día te vuelves a soltar de alguna mano, haz ruido, mucho mucho ruido, aunque sea, aprende a silbar.

Pensamientos archivadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora