Os haré una introducción, V. Van Gogh, fue una persona sumamente pobre, que vivió en la absoluta frustración y que tenía problemas mentales. Alguien al que no le resultaba nada fácil convivir con gente, al que le costaba ponerse de acuerdo con los demás y que era muy cabezota. Una persona que no tenía ningún tipo de talento ni futuro como artista, alguien que no valía para aquello que amaba, alguien que no pudo vivir de aquello que le daba la vida y por eso se la quitó.
Ahora, en el siglo veintiuno, Van Gogh, es uno de los artistas más famosos del mundo, sus obras tienen un valor altísimo, se estudia su vida y sus pinturas en los colegios, es alguien admirado y en algunos casos un ejemplo a seguir, alguien importante, alguien que tiene un hueco en la historia.
Todo esto está muy bien, pero, a él no le sirve de nada. Imagina por un momento que quieres con todas tus fuerzas conseguir algo, que lo necesitas, que dedicas toda tu vida a ello, que vives para ello, que pones tu corazón en eso que haces y que aún así, nada, no consigues absolutamente nada, nunca.
Es triste, es muy triste, es desesperante y solo pensar en el agotamiento que debía de tener, de vivir, de vivir para nada, de estar en un sitio que no te aporta nada y no poder cambiarlo, de dar todo lo que tienes, todo lo que puedes dar por algo y no solo que no sirva para nada, sino que todos piensen que estás loco, que no merece la pena luchar por lo que tú luchas, pero lo que nadie sabe, es que no tienes otra cosa por la que luchar, que no existe nada en el mundo más importante para ti que eso, ni siquiera tú mismo.
Era alguien al que la gente no entendía, aunque a lo mejor su única forma de explicarse era así, pintando, de todas formas, él siempre jugó con una pequeña ventaja, él sabía cual era su razón de vivir, por qué y para qué estaba en el mundo, algo por lo que nunca, jamás, dejó de luchar y eso es algo de lo que debería estar orgulloso.
