Intro.

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Jamás quise tener la corona, y desde que tengo memoria le rogué a todos los dioses una sola petición: que mi papá fuera eterno.

Siendo un príncipe, tenía todos los beneficios de la realeza, sin tener que cumplir las obligaciones que tiene un rey.

Pero papá murió y arruinó mis planes.

Mis planes de vida que se resumían en no hacer nada.

La gente del reino no confía en que lo haga bien, y no los culpo, porque yo tampoco creo que pueda hacerlo.

No soy el rey bondadoso, trabajador, paciente, honesto, sensible, responsable y prudente que era mi padre.

Yo soy el rey incompetente que desearía no salir de la cama en todo el día.

—Majestad —dice el jefe de guardias del castillo principal, entrando en el salón, luego de hacer una reverencia— me honra anunciarle la confirmación de la llegada de los reyes vecinos, para la cena del viernes, cuando se ponga el sol.

—Y a mí q... oh —cambio mi postura al recordar que sí debería importarme— he de suponer que los preparativos de tan importante acontecimiento ya están concluidos...

—Lo están, majestad, pero no he venido solo por tan grata noticia, también me compete informarle la llegada de los esclavos que compró, así que le ruego acompañarme a  realizar juntos las diligencias que nos corresponden.

Maldita sea, yo quería sentarme a comer helado.

—Hallé recientemente unos libros en la biblioteca, y esperaba tener el tiempo de abrirlos, ¿es tan urgente mi presencia?

Miento para que crea que me interesa aprender.

—Sí, majestad —responde agachando la cabeza— lamento tener que recordarle sus obligaciones.

Giro los ojos cuando no está mirando, y camino delante, porque ya qué me queda.

Supongo que no vamos a tardar.

—¿Qué tengo que hacer? —pregunto sentándome a ver pasar a los hombres que han llegado.

—Usted es quien debe decirme qué hacer, majestad, a dónde va a enviarlos y sus futuras obligaciones.

—¿Puedo autorizarte a hacer eso por mí?

—Técnicamente sí, pero...

—Me sirve —digo interrumpiéndolo— confío en que serás sensato.

—G-Gracias, majestad.

Bien, ya trabajé bastante, creo que merezco ir por el helado.

Estoy a punto de levantarme, cuando veo en las filas a un hombre diferente a los demás.

Es lindo, para ser específico con la cualidad que lo hace resaltar.

Y no estoy hablando de la clase de lindo que veo a veces en el castillo, cuando nos visitan príncipes de otros reinos, yo estoy hablando de la clase de lindo que me ha impresionado, y eso nunca había pasado antes.

Mi mirada va a uno de mis guardias, porque lo presiona con un palo, para que avance más rápido.

¿Cómo se atreve?

Estoy tomándome mi tiempo para mirarlo.

—Esos de ahí deberían quedarse en el castillo, por las cosas pendientes que hay para hacer —le digo señalando con una indiferencia fingida al esclavo lindo.

—¿Me permite preguntar qué hay de pendiente en el castillo?

Me quedo un silencio unos segundos, porque no tengo idea.

—Tú deberías saberlo, ese es tu trabajo —respondo ofendido.

Él se disculpa al instante, haciendo una reverencia.

Volteo de nuevo al esclavo, y suspiro, mirando su cuerpo.

No me explico como alguien que luce así, pudo costarme solo un par de monedas.

Rey || OhmnanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora