En los tiempos de las cajas de cartón

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"¡Disfruta! Estos son los viejos tiempos que vas a extrañar en los años venideros"


En mi niñez, las cajas de cartón desempeñaron un importante papel. No me entiendan mal, los juguetes también eran maravillosos, pero nada podía superar la magia de una caja de cartón acompañada de unos cuantos muchachos, sobre todo si ellos eran Paul y John, mis dos mejores amigos del barrio que Vivian a tres cuadras de mi casa.

El verano era la época ideal para tener una caja de cartón. Sus largos y apacibles días nos aportaban el tiempo suficiente para saborear la verdadera esencia de una caja y establecer con esta unos nexos profundos. Sin embargo, para establecer un significativo vínculo con la caja, primero era necesario encontrar una. Los tres nos subíamos precipitadamente al platón de la camioneta familiar, compitiendo por un rato por nuestro asiento preferido: la rueda de repuesto. Mientras mi madre encontraba sus llaves, nos dedicábamos a cantar "Na Na Na", nuestra canción favorita, o sea cualquier canción de la que solo sabíamos parte de la letra. A nadie se le ocurría sugerir que fuéramos en la cabina. ¡Montarse en la cabina era para cobardes!

Por fin, después de muchísimas versiones de nuestro tema "Na Na Na", mi madre nos llevaba al "nido" de las cajas, y ¡allí estaba! La caja más bella que jamás habíamos visto. Era un envase de un refrigerador, definitivamente el mejor tipo de caja que uno pudiera tener, porque es mejor que cualquier otra para viajar muchísimo a los lugares más apetecidos, y además, su capacidad para convertirse en cualquier cosa es simplemente fenomenal. La bodega de muebles y electrodomésticos había descartado este maravilloso tesoro en su puerta trasera, como si fuera un estorbo. Habíamos llegado justo a tiempo para rescatarla de las insaciables mandíbulas del camión de la basura.

Primero observamos con emoción como mi madre colocaba la caja sobre el platón de la camioneta. Después nos metimos en su interior para protegernos, durante el viaje de regreso a casa, del viento y de los insectos que pretendían posarse sobre nuestras amígdalas mientras ejecutábamos otra versión de "Na Na Na". La llegada al barrio fue una experiencia que nos colmó de orgullo. Todos los que estaban jugando en la calle nos observaban, y muy rápidamente se corrió la voz de que, John, Paul y Emily eran dueños y señores de una caja de refrigerador. Poseer una de este tipo equivalía a tener una sobresaliente posición en el barrio. Estábamos a punto de convertirnos en leyenda. En nuestra caja iríamos a lugares donde jamás había llegado chico alguno.

Descargamos nuestro valioso tesoro y con sumo cuidado lo llevamos al jardín trasero. John propuso otorgarnos unos minutos de silencio y tranquilidad para aclarar nuestros pensamientos, y luego intercambiar ideas sobre qué haríamos con este magnífico tesoro. Y de pronto, como si una extraña fuerza hubiese abierto nuestras cajas sonoras, comenzamos a cantar:

Na Na Na

Nuestra caja esta superbién

Na Na Na

¡Y nosotros también!

De acuerdo, era una canción muy breve, pero también era bella. Y estoy segura de que conmovía el corazón de todos los que tuvieron la buena fortuna de escucharla.

En otra ocasión llego el momento de tomar decisiones. <<Vamos a Zo en nuestra caja>> dije yo.

<< ¿Adonde?>> Preguntaron al unísono Paul y John, mirándome fulminantemente.

<<Adonde ir y adonde no ir, he ahí la pregunta>>, replique. Paul dijo que yo hablaba sandeces, y yo conteste que realmente todo era muy sencillo, y que ellos tan solo tenían que aprender a pensar al revés. Ante semejante aseveración John y Paul estuvieron de acuerdo en que yo estaba hablando sandeces.

La llave de mis sueños (The Beatles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora